Quién sabe cómo será

Quién sabe cómo será.
Quién sabe cómo será.
Pixabay

Se nos presenta un año nuevo. 

A sus hojas en blanco trasladamos efemérides personales que no debemos olvidar. Queda todo lo demás, que compondrá una serie de episodios en donde interaccionará lo social con lo ambiental, todo aderezado con las incursiones económicas. Grandes cifras para el conjunto, pequeños detalles para cada persona. Lo que suceda será causa y consecuencia, parecerá igual o no, mejor o peor, más o menos próximo a la tan nombrada normalidad que ya no sabemos qué es. Afectará a más o menos gente. A la vez, incidirá en el estado emocional de cada cual a su manera, en forma de ánimos o pesadumbres. Casi con toda seguridad tocará caer y levantarse. Todo dentro del deseado espacio verde de esperanza global.

Viene precedido de un año 2021 difícil de imaginar antes de la pandemia, casi imposible de interpretar tras dos largos años desde que empezó la pesadilla. Quién sabe si todo será ganancia, avances sociales o sueños lejanos. El año anterior fue el de los infiernos inesperados, que se sumaron a serios atropellos socioambientales previos. Con lo sucedido cabría pensar que este año será el del cielo en el mundo, por más que sepamos que en todos existen purgatorios no deseados provocados por los virus de otras epidemias, hambres, pobrezas, desigualdades, etc. que afectan a demasiada gente. Nada ocurre dos veces, le oímos decir a Wislawa Szymborska, ganadora del Premio Nobel en 1996. Puede que quisiese recordarnos que el tiempo no se detiene y cada instante es único; fugaz, si se mira desde otro lado porque viene seguido de consecuencias. ¿Los muchos instantes vividos en el pasado año tras los embates habrán reforzado nuestra competencia para hacer las cosas mejor, al menos para no repetir errores o descuidos? Convirtamos la experiencia en generadora de pensamiento social. Experimentemos la moral de largo alcance.

Pronto llegarán los Reyes Magos, se supone que nos traerán nuevas destrezas, sencillas o mágicas. Entre ellas, el propósito de prevenir para mitigar las crisis ambientales y sociales. Así, los gobiernos aprenderían, la ciudadanía sabría cada día más. Cabría suponer que el año amanece con un espíritu nuevo transversal, con una visión más ecológica de la vida. Ahora se impone una tarea continuada porque la recompensa inmediata de deseos arrinconó la acción gubernativa y malversó las costumbres y deseos sociales. Debemos aprovechar los días buenos y malos, con o sin crisis y catástrofes, por más que el horizonte esté muy nublo.

Para ello habrá que recuperar las humanidades abandonadas, las ciencias del saber estar y hacer. Si se logra, hablarán de ética ambiental o filosofía crítica, animarán a enjuiciar las maldades episódicas o repentinas que el 2022 traerá consigo. La vida no es solo ciencia ambiental si los saberes de esta no son aplicados por la ciudadanía. Seguro que para mitigar los efectos de las crisis vendrá bien aprovechar ese espíritu ecosocial que va revoloteando por nuestros pensamientos. Nos ayudará a comunicarnos y apreciar los merecimientos propios o ajenos. Quién sabe cómo lo haremos. Necesitaremos escribir los propósitos del año nuevo, aparcar por un tiempo los egoísmos, a ver si se marchitan. Como tal asunto es complejo a escala social, pensemos los planes sin ligereza, elijamos aquellos que sean menos difíciles de mantener. Habrá que acometerlos poco a poco, no sea que las recaídas los borren totalmente de la lista y los enrunen en el olvido.

No sabemos cómo será pero entre todos podemos hacer que sea. Nos gustaría que siguiese el dictado colectivo del íntimo “No te rindas” de Mario Benedetti. Porque aún estamos a tiempo de retomar la ética ecosocial, de aceptar nuestras sombras y liberar el lastre de los miedos, de derribar las murallas que levantamos con los diferentes, de aceptar los retos del medioambiente, de incorporar lo colectivo a lo personal, de apartar sus escombros y destapar su esencia. Que no es otra que hacer de forma colectiva una transición comprometida, aunque en ocasiones el sol se esconda de día y el miedo asuste. Llamemos a la aventura sostenibilidad mundial o pedagogía de la autoconciencia, pero no nos quedemos en la estética; adorna solo fugazmente. Con todo, a pesar de la dificultades, ¡próspero año socioambiental, que llegue a todos los rincones del mundo! 

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