Emérito Rajoy

COMPARECENCIA MARIANO RAJOY
Emérito Rajoy.
Kiko Huesca

Rajoy es un tipo amable. 

Hace unos días, el Congreso concluyó que él y su cúpula habían orquestado una investigación a Bárcenas pagada con fondos ministeriales para ver si el extesorero manejaba documentación sobre delitos del partido. En ese contexto espacio-temporal, Rajoy acudió a una entrevista por su nuevo libro donde afirmaba que, si de él dependiera, Juan Carlos I no se habría tenido que marchar de España. Fue una declaración al calor del archivo por parte de la fiscalía suiza de la investigación por blanqueo de capitales que apuntaba al rey emérito. Rajoy argumentó que Juan Carlos I no había sido condenado por nada y que además fue el artífice de la Transición. Como si lo uno y lo otro fueran conexiones divinas hacia una exculpación que el PP había rehuido durante todos estos años de investigaciones donde lo que había ‘reinado’ era un ponerse de perfil.

La osadía de Rajoy y de otros mandos del PP en su defensa a ultranza (ahora sí) del monarca camina, a mi juicio, lejos de hacerle favores a dos entes muy cuestionados por ese más del 40% de votantes que tiene España nacidos ya en democracia: la Transición y la monarquía. Primero, porque el archivo de la fiscalía suiza no elimina las regularizaciones de impuestos que el emérito ha tenido que hacer en el país del que fue jefe de Estado. Segundo, porque Juan Carlos I nunca pagó los más de 53 millones que, según técnicos de Hacienda, le correspondían si hubiera declarado los ingresos recibidos de Arabia Saudí y el sultán de Baréin. Y, en definitiva, porque con un Felipe VI capeando el temporal de lo que puede ser legal pero no ejemplar, la supervivencia de la monarquía no puede pasar por una defensa férrea de su peor versión.

Es ahí donde entronca con la Transición, hija de un contexto político que cada vez menos ciudadanos quieren como excusa; y mucho menos como defensa de instituciones que deben hacerse valer por la transparencia inherente a la democracia, que es el modelo que esos votantes han conocido.

Los monárquicos deberían defender la institución con sus errores precisamente para humanizar así un modelo votado cada vez por menos ciudadanos; lo contrario es confiar en un discurso sentimental y opaco, poco exportable a generaciones con el corazón puesto en otros valores e incluso en otras nostalgias.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión