De regreso a la inocencia

De regreso a la inocencia.
De regreso a la inocencia.
Pixabay

Revuelve cada Navidad viejos recuerdos escondidos en la memoria; vivencias que se agitan embadurnadas en el aroma de estos días de infantil felicidad. 

Se me actualiza la sensación indescriptible de libertad del último día de clase, desenlace de una caravana de jornadas a medio gas. El refugio del hogar, vestido con las galas del árbol, los adornos y el belén, acomodado siempre en el trasiego de mis reminiscencias. Y el retorno a la compañía de aquellos cercanos que ya se fueron, imágenes que el paso de los años ni emborrona ni alivia la nostalgia.

Siempre he agradecido el haber conocido y tratado a todos mis abuelos, que dejaron impronta de cariño y experiencia de las que muchas veces he echado mano; y que se hicieron indispensables también en esas jornadas en las que se fabricaba la alegría. Nuestras visitas y las suyas tenían siempre el halo de lo peculiar, el encanto de citas especiales. Porque ahí se acurrucaba la admirable conexión entre la inocencia de la infancia y la madurez de regreso a la inocencia, pócima que solo pueden explicar los abuelos y los nietos.

Ese sortilegio se me apareció de repente hace unos días, cuando regresaba en tren a casa en un viaje alargado desde lo que parecía el final de España. Al otro lado del pasillo se asentaron una criatura que no llegaba a la década y su abuelo, cargado de la vitamina vital a la que le obligaba su reto. Desgastábamos parejos los kilómetros a alta velocidad: entregado yo a la lectura; ellos, de conversación animada, sin fisuras, sin huecos. Despegaron con las sugerencias del paisaje, siguieron con los intercambios de trampas en un juego de cartas, aprovecharon para almorzar y se matricularon con nota en el repaso a las propuestas de un sencillo catálogo de juguetes.

Yo entraba y salía de la historia que proponía Wilkie Collins, y mi cabeza alternaba el relato con la evocación de aquellas tardes de partidas de ajedrez, confidencias y caprichos con mis mayores, en donde comencé a descubrir las fuentes de la felicidad. Y que cada año me ayuda a actualizar la Navidad.

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