Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

¿Educar o domesticar?

¿Educar o domesticar?
¿Educar o domesticar?
Leonarte

La presión de las élites económicas y el desinterés creciente de los estudiantes, apoyado por el impacto de internet y las redes sociales, lleva a reformular el célebre debate entre educar o domesticar. 

La tensión entre la incitación a pensar libremente y, por otra parte, la de formar a los jóvenes solo para que queden integrados en el orden social hegemónico es tan antigua como la propia filosofía.

Desde Sócrates, las letras han tenido una doble función contrapuesta: bien ‘corromper’ a la juventud, bien integrarla en el sistema civilizatorio. Cuando artistas y filósofos han alejado a los estudiantes del orden ideológico-político imperante, incitándoles a pensar de forma autónoma, el poder ha recelado de ellos. A cambio, ha premiado a los que han actuado como agentes ‘normalizadores’, puesto que la educación es el mecanismo que históricamente ha tenido el papel de amansar la innata ferocidad humana.

En esencia, la tarea educativa siempre ha pretendido reproducir, de generación en generación, las pautas reguladoras del autosostenimiento humano. De hecho, ha ido a más en el siglo XX. Una robusta corriente de pensamiento lleva décadas insistiendo en un modelo de universidad-empresa, en la que los estudiantes son entendidos como clientes y en la que el conocimiento crítico es un bien secundario. En aras de la empleabilidad y la productividad, se ha desprestigiado el conocimiento humanista y se le ha catalogado como conocimiento inútil.

La filosofía, la historia y la literatura, ¿terminarán extinguiéndose de los planes
de estudio? 

Muchos son los que han advertido del error de este planteamiento. En el ensayo ‘Sin fines de lucro. ¿Por qué la democracia necesita de las Humanidades?’ (2010), Martha Nussbaum critica el utilitarismo de los sistemas educativos actuales, enfocados excesivamente en la profesionalización de los individuos y en los que se ha reducido significativamente la presencia de las artes y las humanidades. La premio Príncipe de Asturias estadounidense establece que esta tendencia, que sirve a unos intereses económicos determinados, pone en peligro las democracias y la capacidad de nuestras sociedades para entender retos globales complejos.

El debate, no obstante, queda superado ya por la aceleración tecnológica que está en marcha. El siglo XXI no va a ser el de la mano de obra dedicada a labores mecánicas. Toda tarea que pueda robotizarse o digitalizarse será arrebatada al ser humano en nombre del principio de rentabilidad económica. En consecuencia, la vieja disputa letras/ciencias queda obsoleta. La tarea de la educación ya no es domesticar ni tampoco espolear intelectualmente a los jóvenes para rebelarse; el objetivo debería ser proporcionar herramientas de análisis para orientarse en un mundo en el que la inteligencia artificial, los algoritmos o la biogenética desbordan incluso la capacidad de comprensión del ciudadano.

¿Acabarán cursándose solo asignaturas de ciencias? La escuela y
la universidad, ¿serán exclusivamente fábricas de mano de obra? 

La educación debe ser cada día más híbrida porque los perfiles más innovadores están a medio camino entre las distintas disciplinas: desde un humanista versado en tecnología a un informático con formación en arte, literatura o historia. El tercer milenio es el del humanismo digital sustentado por expertos híbridos. De hecho, entre los fundadores y responsables de muchas de las empresas más innovadoras del mundo ya destacan los perfiles de letras. Susan Wojcicki, directora de YouTube, estudió historia y literatura; Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn y Stewart Butterfield, cofundador de Flickr y Slack, se licenciaron en filosofía; y Carly Fiorina, ex directora de Hewlett-Packard, obtuvo el título de historia y filosofía.

La tarea de la filosofía, la historia, la literatura y todas las artes fue explicar durante varios milenios el mundo analógico. A partir de ahora su objeto interpretativo es el mundo digital, en el que por primera vez hay una herramienta (la inteligencia artificial) capaz de reemplazarnos a la hora de pensar y tomar decisiones e incluso de manipular nuestros sentimientos, lo único que nos diferencia de ella. Por eso Platón, Heródoto o Cervantes, Kafka o Borges son más necesarios que nunca.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión