Por
  • Jorge Sanz Barajas

Aprobados regalados

Estudiantes del instituto Goya de Zaragoza atienden al profesor al inicio de una clase, ayer.
Estudiantes del instituto Goya de Zaragoza atienden al profesor al inicio de una clase.
Guillermo Mestre

M (llamémosle así) refugiado de Siria, llegó a España hace seis años. 

A los trece dejó su casa, sus amigos, parte de su familia, su lengua, su cultura y su alfabeto. Como si usted tuviera que aprender ruso en caracteres cirílicos o árabe en alifato. Volver a empezar. M. ha tenido que aprender otra lengua que lleva aparejada una historia, una literatura, una geografía, una aritmética… Saberes básicos que todos los indígenas le van a exigir como si fuera nativo. M., como tantos otros, ha llegado a 2º de Bachillerato. Arrastra materias de primero pero ya está aquí. Si aprueba y hace Evau, cabe pensar que su calificación no será para tirar cohetes.

Cada año, la escuela consigue acompañar a miles de M. hasta el título de ESO, FP o Bachillerato. Como es costumbre, unos nos dirán que los regalamos. Otros, los que no escolarizan ni al 10% de los M., alegarán que como su nota está dos puntos por debajo de la de Miguelito o Pilarín, es mejor recortarnos recursos, como proponía el ínclito Wert, y entregarlos a quien sabe sacarles partido. Los profes Perplejos conocen a M. y saben que ha recorrido un camino más largo y accidentado que nadie. Y a la pata coja. Pero cuando M. cotice y pague la pensión de la abuela de Miguelito o Pilarín, nadie protestará. La escuela en Aragón atiende a 30.000 M. cada curso. Si M. saliera de la escuela sin un título, estaría abocado a la economía sumergida. A lo mejor es que los prefieren ahí. Por cierto: de aprobados regalados, mejor no hablar.

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