Mira las reseñas

Para hacer un buen gin tonic importan tanto la copa como el hielo
Mira las reseñas.
HA

Me pedí un gin tónic antes de cenar, que es cuando mejor entra, y me lo sirvieron ya mezclado y acompañado de los restos de una lata de tónica de marca blanca. 

Siete euros. Saqué el móvil y puse una reseña negativa. Una semana antes habíamos estado en la barra de un bar donde el camarero tosía tan cerca, que eché de menos que las gafas no lleven limpiaparabrisas. Claro, puse otra reseña negativa. Así que el otro día, cuando me fui a dormir, entró en mi limbo la duda de si mi perfil de reseñas de Google era el de un cretino. Quiero decir: cuando todo va bien apenas me acuerdo de reseñarlo pero si me siento a disgusto, me arde la sentencia condenatoria en las manos. Y ese gesto, no por ir cargado de razón, deja de ser el de un cobarde que no se ha atrevido a llamar al camarero para decirle que esa copa es un desastre o que se ajuste bien la mascarilla y tosa, por favor, con más distancia respecto a los clientes y la comida.

Se habla mucho, y yo lo he hecho incluso en alguna de estas columnas, de la bronca e insultos generalizados en las redes sociales; de cómo esa plaza pública (basada en unos algoritmos que responden a los intereses de unas empresas privadas) fomenta un debate político y social donde reina una crispación amplificada por los medios, que leemos un tuit como un cara a cara. Pero lo cierto es que los cenutrios extremistas de las redes probablemente son personas calladas a la cara; y eso no está tan lejos de cómo soy yo cuando me bebo una copa mediocre, pago religiosamente el atraco y me voy con una sonrisa a ser otra persona en la reseña que pondré en internet.

De esa hipocresía, valentía de marca blanca (como la tónica), me he acordado tras conocer un contagio masivo de covid-19 entre sanitarios de un hospital de Málaga tras una celebración de Navidad. Hecho que generó cientos de críticas por irresponsables a unos profesionales de la sanidad que, primero, no hicieron nada ilegal y, segundo, tampoco tenemos problema en criticar por lo que esperamos en Urgencias o si no nos recetan lo pedido. Cero comprensión y escasa gratitud de esa plaza pública que es España, tan a gala digital de su buena imagen y de su intachable currículum en críticas destructivas, a quien vive como el resto y nos permite aliviar las culpas propias en los actos ajenos.

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