Por
  • Ana Muñoz

Gañidos

Un fotograma de la película 'El club de los poetas muertos'.
Un fotograma de la película 'El club de los poetas muertos'.

Ponemos el nombre en el cuaderno, profe?". 

Comenzamos una nueva unidad didáctica. El libro de texto proporciona algunos recursos a modo de introducción; entre ellos, un fragmento de ‘El club de los poetas muertos’, cinta sonrojante en la que, sin embargo, se recita a Walt Whitman. En dicho fragmento, John saca "a la pizarra" a Todd, un alumno que no ha hecho los deberes, y lo invita a "gañir". Todd ofrece cierta resistencia, pero termina componiendo unos versos que merecen el aplauso de sus compañeros. Nuestro libro pregunta con qué intención pide el profesor al chico esos "bárbaros quejidos". El grupo no tiene duda de que lo hace porque es consciente de su talento y desea que supere ese pudor. Alguien quiere saber si yo me atrevería a hacer lo mismo. Me lo pienso. Respondo que no. Mis alumnos y alumnas asienten. Asienten sin duda. Algo está sucediendo cuando quienes han comprendido unívocamente la escena entienden, a su vez, que un docente prefiera no hacer algo así ahora. Es obvio que no todo es como se nos muestra en el cine, pero quizá tampoco debería ser como parece estar siéndolo. Me acuerdo del filósofo Antonio Escohotado, recientemente fallecido, que en cierta ocasión declaró que un pueblo es rico cuando tiene conocimiento; es decir, cuando tiene educación. Recuerdo a continuación unos versos de Walt Whitman, que hablan de emitir nuestros gañidos por los techos del mundo: 

"No caigas en el peor de los errores: 

el silencio. 

La mayoría vive en un silencio espantoso. 

No te resignes.

Huye".

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