Contorsionismo climático

Varias personas protestan en Glasgow ante la falta de compromisos de los gobiernos
'Contorsionismo climático'
RUSSELL CHEYNE

El mundo, ese conjunto inabarcable de las cosas que pasan las sintamos o no, está lleno de hechos o supuestos que no se entienden. 

O se piensa que son de una manera y nos sorprenden cuando los conocemos realmente. Hoy día, la salud podría servir como ejemplo de los crecientes desafíos. Además de la propia, que ya tiene dificultades más o menos notables para cada cual, está la del planeta. Dicen que este se encuentra bastante enfermo. Sí. Es más, la dolencia afecta a sus criaturas; entre ellas el conjunto llamado humanidad.

La salud colectiva es un entramado de situaciones relacionadas, si bien similares síntomas se ven de manera diferente según edad, país y momento. En un resumen simplificado diríamos que depende de varios factores como el hambre, la pobreza, la educación, la igualdad de género, el acceso al agua limpia y el saneamiento, la disposición de energía asequible y preferentemente limpia, un trabajo decente, la reducción de las desigualdades, el acogimiento en ciudades y comunidades sostenibles, el empeño en la producción y el consumo responsables, la preocupación por disponer de unos entornos vivos y la existencia de una justicia universal sustentada por unas instituciones sólidas que aseguren la paz en términos globales. Cualquiera que esté al tanto de lo que se cuece a escala mundial habrá percibido que nos referimos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que, para quienes lo hayan olvidado, son el anclaje moral y ético que en forma de metas para 2030 debía ordenar el estilo de vida global, para que cada vez fuese más saludable para más gente.

Algo se ha avanzado desde la cumbre de París de 2015 en la conciencia de que hay que luchar contra el cambio climático

El desafío climático con sus crisis y emergencias tiene una dimensión transversal y condiciona todo lo demás. Se lo podría catalogar como la mayor amenaza por sus múltiples conexiones en la vida cotidiana. Sin duda, quienes han participado en la reciente Cumbre del Cambio Climático COP26 en Glasgow lo conocen mejor que nosotros. La gran incógnita climática no ha sido despejada en las múltiples reuniones llevadas a cabo durante estos días. Los contorsionistas políticos han defendido sus posturas, han esquivado como han podido los intereses no propios, las demandas de la ciudadanía crítica; por allí actuaban grupos de presión vestidos de verde esperanza pero con el corazón todavía ennegrecido por la quema de combustibles fósiles.

Hay un problema de base: el recambio climático no se dispensa en cajetillas en los establecimientos comerciales; no es un producto de consumo sino más bien su resultado plasmado en metáfora. La gente cree, con cierta ingenuidad egoísta, que alguien se lo dará ya empaquetado y satisfará sus deseos o posibles desperfectos en salud o bienestar. Al contrario, hay que construirlo día a día a base de alianzas y compromisos. Es verdad que algo se ha avanzado desde la Cumbre de París en 2015 en la caracterización de la crisis climática y su asociación con las catástrofes que generaba, pero queda mucho por hacer. El mundo necesita una especie de ‘Constitución climática’, elaborada y aprobada apoyándose en los informes científicos. Si llega, será un legado inmaterial a la vez que un patrimonio universal, una alegoría de un futuro saludable. Pero el entramado que nos gobierna es bastante materialista y priman demasiado egocentrismos varios.

Pero los resultados tangibles de la COP26
celebrada en Glasgow han sido decepcionantes

Las primeras lecturas de lo acordado en la COP26 dibujan un recambio climático alicaído. En realidad se ambicionaba lo imprescindible. Cada cual tenía el contorno medianamente trazado. Aun así ha habido giros, posturas y piruetas varias que han dejado todo en un amasijo informe de intereses. No se ha conseguido fechar el abandono de las energías causantes del calentamiento global, ni siquiera quitar las ayudas al consumo de los combustibles fósiles. Solo el compromiso de revisar y reforzar los planes de reducción de emisiones para 2030; para contener el recalentamiento de la Tierra en 1,5 grados como se acordó en París.

El contorsionismo climático exhibido por los líderes mundiales gubernamentales y comerciantes dificulta dar un sentido más generoso a todo lo que supone la vida en común. Así el mensaje que llega a la ciudadanía global es pobre. Desincentiva los compromisos personales hacia los problemas colectivos. Además, el tiempo no se detiene y el desafío es creciente; no deberíamos dejar la salud global a la intemperie climática.

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