Respeto y tolerancia
Hoy, la Sabina volverá a entregar los premios Sabina de Oro y de Plata.
Hace ya treinta años un grupo de mujeres de Zaragoza decidimos constituir un club de opinión de mujeres y para las mujeres. Hoy, si me permiten, quiero abrir el cofre de mi memoria. Tuvo lugar el acto de presentación de candidaturas de un partido político y vimos cómo se utilizaba políticamente a las mujeres (jóvenes con buena imagen y dóciles al aparato). Ángela López y yo, al comentar y valorar la reunión en el ascensor de salida, pensamos que era necesario poner en valor otro tipo de mujeres. Llamamos a Lola Campos y juntas las tres, tras una grata comida, acordamos que era necesario revertir ese modelo de subordinación en relación al sexo femenino. Si bien es cierto que se había logrado una igualdad legal, se seguía constatando la escasa presencia de mujeres en puestos de responsabilidad, cuando existían mujeres muy cualificadas y competentes para desarrollar dicho trabajo. En la sociedad zaragozana existían mujeres preparadas y con una importante vida profesional desconocidas para el gran público.
Nos juntamos un grupo de mujeres que habíamos participado en las importantes transformaciones que nuestro país había experimentado desde la llegada de la democracia: periodistas, arquitectas, abogadas, médicas, funcionarias, profesoras, empresarias. Todas y cada una de nosotras, éramos conscientes de que las democracias liberales, por sí solas, no son capaces de construir espacios de ciudadanía, ahora quizá más necesarios que nunca. Plurales en valores y sin deseo de desplazar al diferente. Todo lo contrario, respeto por las visiones de cada una de nosotras, y, por encima de todo, respeto a la otra persona que se sentaba a nuestro lado.
Nuestro punto de encuentro siguió siendo una mesa, servida con mimo y cariño por Ana y Joaquín. En el jardín de su restaurante, Txingudi, nos presentamos a la sociedad aragonesa. Nuestro deseo era crear un club de opinión que generara sociedad civil, con el objetivo de buscar un cambio en la cultura de las mujeres y de nosotras con el resto de la sociedad.
un grupo de mujeres de Zaragoza decidimos constituir
un club de opinión de mujeres y para las mujeres, La Sabina
El nombre elegido, la Sabina, era un símbolo de lo que deseábamos, fuerza, siempre verde, activa y dinámica. Lo mismo que el árbol, hojas unidas entre sí aunque sean opuestas. Nosotras éramos un grupo de mujeres de diferentes corrientes políticas y, por lo tanto, todas las opciones ideológicas estuvieron presentes en nuestras actividades, que realizamos en la ciudad.
Su fuerza y vitalidad las pueden comprobar haciendo un repaso a todas las actividades que a lo largo de estos años se han ido realizando. Ello se hace realidad hoy, tras treinta años, extendiendo su fuerza y su olor a toda la sociedad aragonesa. Entonces quisimos poner en valor el trabajo de las mujeres de una manera callada, unas; otras, con mayor notoriedad. Con este objetivo creamos los premios de la Sabina de Oro y de Plata. Con el primero queríamos reconocer el trabajo de toda una vida. Con el segundo premio, buscamos el estímulo para la que empieza un camino que, previsiblemente, será largo.
Hoy con mascarilla, pero con mis ojos llenos de alegría, quiero felicitar y acompañar a Clara Arpa, Ana Santos, Esther Borao y Judith Prat, que se suman a una larga lista de mujeres.
Nuestra sociedad ha cambiado y con ella el papel de la mujeres. Ya no es novedad que las mujeres ejerzan liderazgos. La novedad debería ser que se presenten, no como mujeres ejerciendo poder, sino como mujeres feministas ejerciendo poder. Y que, cuando lo hagan, entiendan que esta nueva forma implica otra forma de entender la autoridad, la comunicación política, la relación con la ciudadanía, y los valores que deben enarbolar nuestros representantes. Nuestra antorcha, que un pequeño grupo encendió, ha sido recogida durante todos estos años. Hoy quiero darles las gracias, como ya lo hicimos en el 25 aniversario, cuando se nos reconoció como Sabinas de Honor.
El momento que vivimos nos exige tener la lucidez suficiente para saber detectar qué merece ser preservado, respeto y tolerancia, y en qué habremos de innovar. El pasado nos debe ayudar a reconocer aquello de lo que no podemos prescindir, que va unido a nuestra condición de mujeres, a seguir entendiéndonos como un nosotras, con toda nuestra diversidad.