El G20 y el clima

'El G20 y el clima'
'El G20 y el clima'
Heraldo

Los italianos tienen una gracia especial para organizar exitosamente actos colectivos internacionales, aunque los presenten con simplicidad o repitan escenas y comportamientos de los turistas que visitan habitualmente Roma. 

Tal fue el lanzamiento de monedas, de espaldas a la Fontana de Trevi, por parte los participantes en la última reunión de los líderes del G20 en Roma. Ante fotogramas tan insignificantes para las metas de la cumbre convocada cabe preguntarse si fue esta un éxito del prestigioso Mario Draghi y de la diplomacia tiberina o más bien una sesión de retóricos y oradores sobre el clima con propuestas que luego se quedan en agua de borrajas.

El objetivo de reducir a 1,5 grados centígrados el recalentamiento global respecto a niveles preindustriales, ¿no fue definido ya en París en los acuerdos de la COP21 de 2015? Este, más que ser un acuerdo para llevar a término se ha quedado en buenas intenciones a cumplir ahora en torno al año 2050. El acuerdo de París fue firmado por 190 Estados, casi todos los que hay en el mundo: un verdadero tratado internacional vinculante jurídicamente. La COP26 de Glasgow, que siguió a la reunión romana del G20, es tampoco dibujó resultados satisfactorios y verdaderamente prácticos.

La reunión del G-20 en Roma, previa a la conferencia climática COP26, quiso
transmitir una sensación de optimismo que después no se hizo realidad en Glasgow

Después de la reunión de Roma, Draghi declaró que, respecto al clima, había sido un éxito total y que había puesto de acuerdo a todos los participantes, incluidos los no presentes como Rusia y China. Uno se pregunta si sería autopromoción del organizador italiano o quizás un acto inconsciente y estrepitoso del efecto Dunning-Kruger: el triunfo de la incompetencia por parte de sus invitados. ¿Por qué hubo esa concordancia en acentuar el eufórico éxito? No solo fueron los políticos quienes alabaron la cumbre, sino también los medios de comunicación, especialmente la RAI. La respuesta nos la ofreció el mismo jefe del Gobierno italiano, "porque se ha vuelto a encontrar la capacidad común de enfrentarse a desafíos universales. Por vez primera se ha reconocido la necesidad de contener un aumento de 1,5 grados del clima".

Del otro lado tenemos que situar a los escépticos, entre los que se encuentran las jóvenes generaciones, capitaneadas por una jovencita llamada Greta Thunberg, ya cansada de asistir a varias cumbres y, como ella decía, de tanto blablablá, lo mejor o lo único que saben hacer los políticos al parecer. Con ello se ha transformado Greta de ídolo de masas en personaje presuntuoso y antipático para los gobernantes y multilateralistas políticos.

Cabe preguntarse por qué las personas aceptan este autoengaño colectivo. Y se puede responder con el famoso cuento de Andersen ‘El traje nuevo del emperador’: un emperador desnudo pasea por delante de una masa de aduladores que alaba la gracia y belleza de sus vestidos, hasta que un niño grita en voz alta "el rey está desnudo".

El tiempo nos dirá quién tenía razón, si Draghi y sus invitados autosatisfechos o Greta, la denunciante escéptica y espectadora una vez más del paso de los años sin resultados concretos sobre el clima del futuro. Menos mal que ella todavía es muy joven y podrá esperar hasta mediados de siglo. Esa es la promesa de Roma. Veremos si se lleva a efecto y por cuántos países, ya que en caso contrario vamos todos a la autodestrucción, pues el hombre forma parte de la naturaleza y si esta se destruye será el fin de la vida humana.

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