Cinco agresiones sexuales en un fin de semana y una decena de peleas y altercados en una sola noche, la del sábado al domingo pasados, son un signo evidente de que algo alarmante está ocurriendo en las madrugadas de Zaragoza.

La inquietud de los vecinos de algunas zonas de la ciudad es patente y la frecuencia de este tipo de sucesos no es en absoluto anecdótica, sino que empiezan a ser demasiado habituales. Las autoridades tienen que tomarse en serio esta realidad y actuar antes de que quede fuera de control.

Zaragoza es una ciudad generalmente segura y ese es uno de los pilares que la convierten en un buen lugar para vivir. Precisamente por eso llama la atención la reiteración con la que en los últimos tiempos la crónica de sucesos tiene que informar de hechos violentos que se producen especialmente por las noches, y ligados muchas veces a los lugares de esparcimiento frecuentados por la juventud. Y la preocupación aumenta cuando se trata de agresiones sexuales o machistas, o si hay indicios de que pueden estar motivadas por el odio. El pasado fin de semana se acumularon los incidentes, cinco mujeres denunciaron haber sido agredidas sexualmente; y en la madrugada del domingo, ocurrieron hasta diez agresiones o peleas, resultando heridos seis jóvenes, dos de ellos de cierta gravedad, mientras que otras seis personas fueron detenidas. Es de esperar que la investigación policial consiga aclarar los hechos y sería deseable que todos los autores de actos violentos fueran detenidos y puestos a disposición judicial. Pero también hay que indagar si puede haber causas que estén favoreciendo un aumento de la violencia en torno al ocio nocturno. Para que Zaragoza siga siendo una ciudad segura y de pacífica convivencia, las autoridades tienen que reaccionar con prontitud ante signos como los que estamos viendo. Pasar por alto estos hechos sería correr el riesgo de que la violencia arraigue en la noche zaragozana.