Por
  • María Pilar Clau Laborda

Transformación

'Transformación'
'Transformación'
HA

Cada día busco en el espejo a la mujer que era. 

En vano. No está, no es. Ignoro qué la ha transfigurado, si el tiempo, la realidad o la conciencia. Soy la misma mujer pero distinta. Son distintas las chispas y la paz de la mirada. Antes vivía desde fuera de mí y ahora vivo desde dentro. Sin perder mi centro, sin renunciar a la compasión, al respeto ni al amor por mí misma.

Necesitaba tenerlo todo controlado, lo que iba a hacer en cada momento y hasta en los meses sucesivos. Todo perfecto y en coherencia, no solo con mis principios, sino también con lo que dije, con lo que hice. Ya no venero esta coherencia. Las opiniones cambian. Ya no aborrezco defraudar a quienes me han conocido y me han visto actuar de otra manera. A mí es a quien no quiero engañar. Los dictámenes de la razón son válidos para una ocasión y en unas circunstancias, emplearlos en otras es falsedad.

Ser perfecta, estar perfecta, hacer las cosas de manera perfecta. A eso aspiraba. Concedía a mis defectos y a mis virtudes una importancia mayor de la que tienen. No he sido ni seré perfecta. Las imperfecciones, los imprevistos hacen la vida interesante. Vivir desde dentro sin buscar el control ni la perfección desprende mi atención de mí y la sitúa en los demás. Escucho más y he descubierto una nueva manera de hacerlo, escucho con el alma. Percibo lo que quieren decirme y el susurro que acompaña a cada palabra y que me informa de la alegría, del dolor, de la decepción, de las ilusiones de quien me habla. Eso me permite disfrutar más de cualquier conversación, responder mejor e intentar con mis palabras infundir valor, serenidad o lo que el otro necesita.

Ahora saboreo la vida. He aprendido a ir despacio, a detenerme, a mirar, a sentir. Hallo maneras distintas de hacer las cosas y me sorprendo con soluciones nuevas que me facilitan la vida. Mi afán por la perfección hacía que arrastrara obligaciones y decisiones. No resolvía porque buscaba siempre una solución mejor. La vida sola se resuelve, se abre camino. No es preciso indicarle cómo y por dónde tiene que ir. Cuando dejo libre la vida tengo paz.

Cada día busco en el espejo a la mujer que era. Ya no hay tensión en la mirada, en la frente ni en la sonrisa. Vivo sin prisas, amo más, aprendo más y tengo infinitas oportunidades (quizá antes también, pero no las veía).

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