Javier Lambán ha ofrecido, en la primera jornada del debate sobre el estado de la Comunidad, quince pactos para ampliar y actualizar la ‘Estrategia aragonesa para la recuperación social y económica’. Es coherente con la tradición pactista aragonesa invitar a los demás partidos a planificar el futuro al margen de quien gobierne en el Pignatelli, para que los proyectos esenciales se sigan desarrollando sin solución de continuidad. En cambio, el presidente yerra al no ser más autocrítico al hacer balance de la gestión realizada durante el último año. Ha sido sin duda un ejercicio muy complicado por la lucha sanitaria y socio-económica contra la pandemia y sus efectos. Ha habido luces, sobre todo por el esfuerzo y el compromiso cívico de muchas personas, pero también ha habido sombras y hay que reconocerlas para remediarlas.

Consciente de que no se le van a exigir demasiadas cuentas por el pasado, Lambán ha preferido centrarse en el futuro en una doble dirección. Primero, fiando con acierto a un nuevo impulso a la Formación Profesional, la logística, los grandes eventos y la agroindustria el futuro de Aragón. Segundo, muy atento al creciente protagonismo de Jorge Azcón al frente del PP, abriendo la mano a pactos para Zaragoza porque sabe que va a ser con su alcalde con quien se va a medir políticamente en los próximos años.

Con un Parlamento poco exigente, con el PP en pleno proceso de relevo en su liderazgo y con una evidente debilidad de los demás partidos de la oposición, Lambán ha elaborado un discurso sólido y bien hilvanado, pero demasiado complaciente. Han sido visibles los errores en el entramado jurídico tejido para luchar contra la pandemia y, a día de hoy, las ayudas prometidas siguen sin llegar. Un debate sobre el estado de la Comunidad debe servir antes como palanca de mejora que como recuento de logros.