La atención al ciudadano

Huelga en el tranvía (martes 12 de septiembre)
'La atención al ciudadano'
Guillermo Mestre

Me asombro a veces de la paciencia inagotable que derrochan los ciudadanos de Zaragoza a pesar del trato que se les dispensa con más frecuencia de la necesaria por parte de organismos, empresas e instituciones públicas. 

Es decir, de la falta de atención que sufren cuando utilizan o tratan de utilizar algunos servicios públicos o se ven en la necesidad de realizar gestiones. Se ha puesto de moda, y persiste quizás por tiempo indefinido, un cierto atrincheramiento de los empleados públicos para evitar a toda costa ese vis a vis humano y ventanillero, como si los ciudadanos que se acercan a ciertas oficinas, despachos, dispensarios, consultorios y dependencias en general fueran seres apestados a los que hay que mantener alejados. Claro que ponen a nuestra disposición un montón de páginas web, correos electrónicos y teléfonos para suplir y evitar la presencialidad. Llamen por teléfono y verán qué martirios o suplicios han de soportar: comunican, no lo cogen, no están, todos nuestros agentes están ocupados… Todo excusas de mal pagador para no pagar al ciudadano lo que se le debe: el servicio y la atención que merece y además paga.

La covid y el riesgo de contagio sirven todavía de excusa para que muchos servicios públicos no presten al ciudadano la atención que le corresponde y de manera directa

No son conscientes nuestros regidores y gobernantes del tiempo que pierden los ciudadanos con estas ‘atenciones’ virtuales que funcionan de modo muy deficiente y a veces muy poco amable, arrogándose, además, quien se oculta tras el teléfono o el ordenador, competencias y autoridad que en modo alguno tiene. Un ejemplo: trate usted de hacer, días antes de todos los Santos, una gestión telefónica con el cementerio (te han advertido en la oportuna notificación del Ayuntamiento y con letras mayúsculas en negrita que ni se te ocurra hacer la gestión en forma presencial) y te dirán que ahora no te pueden atender, que vuelvas después de los días de difuntos. Y el teléfono 010, al que también te remiten, no puede atenderte por no tener bases de datos (sic) ni conectarte con el correspondiente servicio, pues nadie responde, al parecer, a sus llamadas. ¿Y por qué no refuerzan el servicio, o hacen horas extras?

El Ayuntamiento, corresponsable del servicio de transporte público no lo admite en sus dependencias, invocando ese dogma al que parecen acogerse las administraciones de los riesgos de contagios; pero permite los impresentables llenazos de los tranvías y buses a ciertas horas donde ni distancias de seguridad ni observación de normas anticovid. Ni inspectores de billetes, que en esas horas mejor no incordiar más aún al pasaje. Una vergüenza, estas contradicciones. Que se fastidie el ciudadano, que a la incomodidad del desplazamiento en modo tercermundista ha de añadir el riesgo de que te estén soplando en el cogote a un palmo de distancia.

Lo mejor sería que todos volviésemos en este aspecto a la normalidad

También la medicina ha alcanzado altas cotas en aplicaciones tecnológicas, de modo que permiten incluso operaciones a distancia. Pero no se ha logrado aún sustituir una llamada telefónica por esos minutos cara a cara que un enfermo mantiene con su médico. Seguro que ese ciudadano espera una atención más cálida y más cercana. Lo mejor sería que todos volviéramos a la normalidad. Todos.

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