Subdirectora de Desarrollo Digital

De pesadillas y monstruos

Lugar donde murió el niño en Lardero
'De pesadillas y monstruos'
Efe

Halloween, la noche del terror. 

La de los fantasmas, las pesadillas y las almas en pena. Esa velada que decoramos con telas de araña, calabazas, brujas y cuchillos ensangrentados para que dé más miedo. Este año no hará falta decorar nada. Puede que nunca hayamos tenido mejor ambientación para Halloween. La sombra de la covid permanece, los ecos de una crisis suenan de fondo cada vez con más insistencia: el coste de la luz, la subida galopante del IPC, la falta de materias primas, los problemas con el transporte, la preocupación por el suministro de gas, incluso la improbable hipótesis de un gran apagón mundial se adueña de las redes sociales y del gobierno austriaco.

Aunque sin duda el espanto absoluto ha sido el provocado por un hombre sin alma, un asesino reincidente, que presuntamente ha secuestrado y matado a un niño que jugaba en el parque de un pueblo de La Rioja. Sus vecinos, tras conocer el suceso, intentaron lincharlo.

El espanto absoluto ha sido el provocado por un hombre sin alma en La Rioja

Con este panorama, las películas de miedo y los disfraces terroríficos adquieren una pátina entrañable e inocente, casi acogedora. A fin de cuentas, el Frankenstein al que dio vida Boris Karloff encontraba un pellizco de humanidad al encontrarse con una niña. King Kong se enamoraba de su presa y la protegía con toda su fuerza. Y la Bestia deja de serlo por amor a Bella.

Los monstruos de la ficción son fáciles de controlar, a veces solo hacen falta lógica y efectos especiales. Lástima que la realidad no funcione igual.

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