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Cartas al director de HERALDO: Garantizar a todos un mínimo de bienestar

Comedor social en la parroquia del Carmen en Zaragoza.
'Garantizar a todos un mínimo de bienestar'
Oliver Duch

Garantizar a todos un mínimo de bienestar

Una consecuencia de la pandemia es la necesidad de ayudar a quienes se encuentran en el umbral de pobreza o lo precisan para una vida digna. 

Ha sido últimamente cuando estas noticias más se han puesto de manifiesto; desde las ‘colas del hambre’ a la ‘pobreza energética’, sin olvidar la afección que la propiedad privada soporta en estos momentos, cuando se permiten interpretaciones y toda una hermenéutica procesal para quitar (aunque sea temporalmente) la vivienda al propietario, y puede llevarle a la pobreza. Pobreza ya existía, recuerden el informe de Cáritas: partíamos de cuatro millones de personas en pobreza severa, pero hemos llegado a seis millones. Son muchas las entidades que atienden los diversos aspectos que afectan a quienes padecen esta pobreza. Pero su actuación es finalista, existen porque hay pobreza, no se atiende los motivos, las razones que llevan a esta. No parece que esto sea justo. Es el Estado y su Gobierno quien tiene la misión de garantizar los derechos esenciales para la subsistencia de una persona. No olvidemos que tras siglos de avances hoy tenemos lo que dicen es un Estado del bienestar, en el que cuantos lo componen deben tener unos mínimos de vida garantizados. Las turbulencias vendrán al decidir: quienes forman parte de ese Estado, si el empleo es la base para alcanzar esos mínimos o si debe existir una generalizada subvención. En el fondo debe dar igual, debe existir un Estado que consiga para sus ciudadanos ese mínimo bienestar. A partir de ahí, la historia nos presenta a un hombre que siempre ha demandado al poder: libertad. Hoy no sería congruente limitar el ejercicio de esa libertad, desarrollando la propia personalidad y siempre con respeto a la de los demás. Exijamos un mínimo bienestar, y defendamos el trabajo y la libertad en nuestro hacer diario.

Luis Miguel Vernet Gómez. Zaragoza

La pandemia del botellón 

La covid-19 nos ha puesto de manifiesto otra plaga social de mayor gravedad aún que la preocupante pandemia que nos azota: el botellón, esta absurda, irracional y degradante costumbre que arrastra a grandes masas de nuestra juventud en las que se manifiesta la orfandad moral y cultural que se respira en sus familias de origen, incapaces de transmitirles otros valores que la satisfacción del capricho inmediato, ayudados por las pantallas de televisión, las tablets, el móvil y las propias leyes educativas que procuran dificultarles su acceso a las asignaturas de humanidades, indirectamente argumentando que hay que buscar modos de vida donde encuentren una pronta y lucrativa situación social, donde el materialismo sea la única meta y cumbre de sus vidas. Estamos llegando a ‘El mundo feliz’ de Aldous Huxley, aunque esta referencia carece de utilidad, dirigida a un medio que puede tener muchos vicios, pero no el de la lectura.

Juan José Osácar Flaquer. Zaragoza

Una lección de vida

Tan apenas hace unas semanas que tuve el honor de conversar con el señor Bernabé Igual Monleón, vecino de La Puebla de Valverde, como yo, y que el pasado 20 de octubre falleció, tres días después de haber cumplido los 100 años. Me contó que nació en la masía ‘Casa Cosme’ y que fue el penúltimo de los ocho hijos que tuvieron sus padres, Bernabé y Josefa. Recordó ante mí cómo conoció en su juventud a una bella muchacha llamada Delfina, que en 1943 se convirtió en su esposa y madre de sus tres hijos: Amparo, Paca y Cristóbal. Disfrutaron de la primera muy poco, pues falleció en la flor de la vida. Pese a todas las dificultades, Bernabé y Delfina afrontaron todo en la vida juntos y, tras 78 años de matrimonio, el esposo me confesó –tomando la mano a Delfina– que seguía viendo a su mujer igual de guapa que el primer día que la vio y que cada día la quería más. La pareja empezó a vivir en la masía ‘El Caseto Valenciano’ y más tarde en ‘Mas de Galve’. Luego vinieron al pueblo, donde se instalaron definitivamente. A los hijos les siguieron cuatro nietos –Óscar, Raquel, Sara y Amparo– y seis biznietos (otro en camino) –Víctor, Nerea, Aitana, Cristina, Saúl y Alan–, a todos los cuales adoran y han visto crecer con gran felicidad. Entre risas, me contó que tiene una treintena de sobrinos y que prefiere no decir sus nombres por si se deja alguno. «La vida es dura, porque nadie te da nada, pero de cada uno depende cómo afrontarla. Yo elegí tener una actitud positiva y eso es lo que me ha hecho tirar hacia delante», me explicó. Mientras me mostraba la palma de sus manos y sin dejar de sonreír, relató que todo lo que tiene se lo ha ganado con su trabajo de agricultor, contando, eso sí, con la ayuda de san Isidro Labrador. Toda La Puebla de Valverde quiso felicitar a Bernabé Igual Monleón por sus 100 años y así se lo hizo saber el pasado 17 de octubre obsequiándole con una gran tarta y un ramo de flores. El hombre, pese a su ya delicado estado de salud, me comentó que se encontraba bien, recibiendo el cariño de sus hijos y en especial de su nuera, María Jesús. "Salud y gracias", me dijo levantando su vaso de café con leche y regalándome toda una lección de vida.

Gilberto Doñate Fuertes. Concejal de La Puebla de Valverde (Teruel)

Paradojas con el IMV

La prestación aragonesa complementaria del ingreso mínimo vital (IMV) es incomprensible e injusta. El Gobierno de Aragón repite que su objetivo es que nadie se quede atrás, luchar contra la desigualdad social. En la práctica reproduce el ‘efecto Mateo’ en el ámbito de la vulnerabilidad, mejora la situación de los perceptores del IMV pero excluye al grueso de personas en situación vulnerable que no han podido acceder al IMV, aumentando la brecha. Ni los afectados ni los técnicos de lo social entendemos nada.

Carmen Perucho Prados. Zaragoza

Mi amigo, el gran Pepe

Gran profesional, mejor persona, pero ante todo, mi compañero y amigo. Medio siglo de servicios impecables a la sociedad le avalan. Ingresó primero en la Guardia Civil, cambiando a los 15 años de servicio el color verde por el azul. Prácticamente toda una vida en la Policía Judicial (de paisano), conocía la capital del Ebro como la palma de su mano. Carismático, especial, poco condecorado para sus méritos, paseaba con su enorme moto de color lila por los sitios más emblemáticos de Zaragoza y también por los rincones más oscuros. Hace unos días, a los 65 años, se celebró su merecida jubilación. En la cena de despedida, aunque sonreía franco y alegre, tenía sus ojos azules un tanto llorosos. Para mí se ha jubilado uno de los mejores, eficaces y laboriosos compañeros que he conocido, pero como digo en el título de esta carta, se ha licenciado mi amigo.

Miguel Romanos Mur. Zaragoza

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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