Al mar de Podemos

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra.
'Al mar de Podemos'
Alejandro Martínez/Europa Press

Hubo una época en la que Podemos quiso acabar con ciertos vicios de esa correa que va de la política a la economía y que pasa por el periodismo. 

No estuvo mal. Como en todos los oficios, los periodistas tenemos malos hábitos adquiridos y, acaso por el asunto de lo mediático, un pie por encima en los escalones del púlpito. Sin embargo, a la caterva de decepciones se ha unido una actitud que ha destrozado aquella luz que aspiraba a iluminar al cuarto poder. Y es que no es extraño comentar con compañeros de profesión la falta de comunicación que los ministerios dependientes de Podemos y los parlamentarios de la formación mantienen con los que no trabajamos de amanuenses de filias y fobias de los morados. Enviar una consulta a un ministerio dirigido por Podemos suele ser lanzar una botella al mar en una tormenta.

El ejemplo más lamentable de esta actitud con quien (supongo) no funciona a su dictado lo padecí hace apenas un mes. España andaba sumida en el Día Mundial del Alzhéimer y caí en la cuenta de que nuestro país cuenta con un plan nacional para el abordaje de esta patología. Sin embargo, dos años después de su aprobación en 2019, el proyecto ni está implantado ni tiene presupuesto, tal y como nos informaron algunos de sus impulsores. 

Preguntamos al Ministerio de Sanidad, que nos justificó que era un plan dependiente del Ministerio de Derechos Sociales, que dirige la líder de Podemos, Ione Belarra. Así que les escribimos y empezaron a pasar las horas sin respuesta, aun habiendo avisado de que la información saldría ese mismo día. Así, con la esperanza rota, me encuentro sin embargo con un tuit de la ministra cuatro horas posterior a nuestra consulta: "Los colectivos llevan tiempo demandando el despliegue del Plan Nacional contra el Alzhéimer. El compromiso de Imserso es que lo escrito se haga realidad. Es fundamental garantizar una atención de calidad a los pacientes mientras cuidamos a las que cuidan".

Belarra, que aspira a dignificar el periodismo, optó por la propaganda. Se puso la tirita antes de la herida de un titular que enmarcaba una información a la que nunca llegaron a respondernos. Y la pena es que no fuera la primera vez ni, intuyo, será la última. El paso más allá es la desfachatez del gesto, al que lleva el poder o la crítica mal entendidos.

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