Por
  • Carmen Herrando Cugota

Dos mujeres, dos universos

'Dos mujeres, dos universos'
'Dos mujeres, dos universos'
Heraldo

Las dos nacieron en París, con un año de diferencia, y ambas llevaban el nombre de Simone. 

Pero su manera de situarse en el mundo fue bien distinta, pese a que las dos estudiaron filosofía en la Universidad de París, las dos pasaron por la prestigiosa Escuela Normal Superior, y las dos pertenecieron a la distinguida burguesía francesa de principios del siglo XX. Curiosamente, De Beauvoir se educó en una familia de raigambre católica y cursó estudios en el Instituto Católico de París, mientras que los padres de Simone Weil quisieron que sus hijos, André y Simone, crecieran en el más riguroso agnosticismo, aunque ellos eran de origen judío.

Resulta interesante analizar las similitudes y las diferencias en las trayectorias de
Simone Weil y Simone de Beauvoir

Sin embargo, la evolución espiritual de las dos Simone sería opuesta en este campo, porque la agnóstica, sindicalista y anarquista –Weil– vivió singulares experiencias místicas en los últimos años de su vida (‘El conocimiento sobrenatural’ es el título de sus ‘Cuadernos de Nueva York’), al tiempo que la de familia cristiana, De Beauvoir, detestaría muy pronto cuanto oliese a religión. Pero lo más llamativo fue cómo vivieron su concepción del mundo y, en ella, la cuestión central de la apertura a los demás. En Simone Weil la compasión fue tendencia espontánea desde niña; con solo tres años ya rechazaba ciertos regalos por lujosos (fue el caso de un anillo; su gesto de rechazo hizo reír a sus padres), y pronto se interesaría por las reivindicaciones de los obreros que veía manifestarse por el ‘boulevard’ Saint Michel. En cambio, Simone de Beauvoir, preguntándose también por las relaciones humanas, apenas salió al principio de su ambiente burgués; se adentraría en la exploración de las relaciones con otros, pero manteniéndose ella en el centro, buscando entender los juegos sexuales y abordando con verdadera curiosidad todo tipo de experiencias de ese tenor. Sobre todo, desde que vinculó su vida a la de Jean-Paul Sartre y formaron aquel singular ‘nosotros’ que los impulsó a indagar en los entresijos de los lazos eróticos y a formar tríos ‘amorosos’ con personas más jóvenes, algunos de ellos sus propios alumnos.

Los universos de las dos Simone tuvieron poco en común. Pero la De Beauvoir expresa en su diario la admiración que sentía por la Weil, admiración que llegó a vivir como una suerte de amenaza. Así, cuenta en sus ‘Memorias’ que quedó profundamente sorprendida cuando supo que Simone Weil había llorado al saber que se había producido una hambruna en China; y que se cruzaron en el patio de la Sorbona e intercambiaron unas palabras sobre aquellos hechos terribles. Simone Weil dijo, con tono un tanto cortante, que tenía que gestarse una revolución cuya finalidad fuese dar de comer a todo el mundo; pero Simone de Beauvoir respondió que era más importante que todos los seres humanos pudiesen hallar un sentido a su vida. Simone Weil reaccionó entonces de forma tajante, clavando sus ojos negros en los ojos claros de su interlocutora: "¡Cómo se nota que usted no ha pasado nunca hambre!", le dijo. Naturalmente, aquellas palabras hirieron a Simone de Beauvoir, que cuenta que ahí se terminaron sus relaciones, aunque no por ello dejó de admirar desde lejos el ascetismo y el arrojo de su tocaya. Simone de Beauvoir se abriría más tarde a un pensamiento sociopolítico en el que contemplaba una auténtica ‘solidaridad social’, y formularía sus conocidas teorías feministas; vivió muchos más años que Simone Weil, quien moría en 1943 con solo treinta y cuatro, como si la intensidad de su vida la hubiese dejado agotada.

Dos mujeres de la misma generación, hijas de la burguesía francesa, que compartían la vocación por el pensamiento filosófico

Dos actitudes ante la vida que confluyen en el recto ejercicio del pensamiento y en el compromiso ético: la entrega incondicional, con especial devoción por los seres de desgracia –a los que nadie mira–, en el caso de Simone Weil; y la consideración del otro desde la teoría y el experimento, reclamando exigencias históricas hacia la mujer desde las praxis literaria y política, en el de Simone de Beauvoir. Ciertamente, las dos pensadoras se confrontaron con la realidad, pero los análisis políticos de Simone Weil, de una lucidez pasmosa, contenían demasiada verdad. Dos posturas, dos universos, con la exigencia de la verdad al fondo. Con todo, la entrega incondicional a los demás, y más si eran desdichados, fue lo que marcó la diferencia; y en este don, Simone Weil se dejó la vida.

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