De enjambre en enjambre

'De enjambre en enjambre'
'De enjambre en enjambre'
Pixabay

Hacía días que no usaba la palabra ‘enjambre’. 

Fue este verano, cuando las abejas anidaron dentro de una persiana y no esperaba volver a nombrarlo en mucho tiempo. Pero en pocos días, otro ‘enjambre’ invadió la actualidad, ahora con calificativo: ‘enjambre sísmico’, esto es, una sucesión de movimientos que se estaban produciendo en el subsuelo de la isla de La Palma. Entre el 11 y el 19 de septiembre sumaba nada menos que 25.000 pequeños terremotos y anunciaba la erupción de un viejo volcán. Nombrado ya como Cumbre Vieja, ni cesa en su actividad ni de darnos lecciones. Primero, de vulcanología, con una exhibición de fenómenos que atrapan, como la lava ardiente emanando de sus bocas. Hemos sabido que es un volcán de erupciones fisurales estrombolianas, que expulsan piroclastos (piedras incandescentes), gases y cenizas. En algunos momentos, la erupción es hawaina, con lava más fluida, procedente de cotas más profundas y con más temperatura. Y que unas y otras forman las distintas coladas, que arrasan todo lo que encuentran a su paso y cuando acaban en el mar crean una isla baja o ‘fajana’.

A diferencia de otras erupciones históricas, la de Cumbre Vieja no ha producido víctimas, aunque sí enormes perdidas económicas y vitales: no poder volver nunca a más a tu casa es un desgarro emocional irreparable. Sí ha demostrado un vez más que la naturaleza lleva su curso y es imprevisible: estamos en su cuarta semana y Cumbre Vieja ruge con una fuerza inusitada. Siguiendo con el lenguaje experto, un ‘tremor’ sísmico que no cesa.

Un nuevo enjambre, el energético, esta agitando nuestro subsuelo

En paralelo, día a día descubrimos algo nuevo y preocupante en otro enjambre, el energético. Si el sísmico es ‘la concurrencia de eventos sísmicos en espacio y tiempo determinados, previa a la erupción de un volcán’, cuyo inicio se ve pero no su conclusión, ni cuánta destrucción deja a su paso, bien podemos aplicar metafóricamente estas coordenadas a lo que está pasando con la energía.

Todo empezó con la subida del recibo de la luz, cuya escalada, a la que no se ve techo, arrancaba en junio. Ya entonces, un portavoz de las eléctricas advertía que nos quejábamos del precio, pero que ese aspecto quedaría en nada cuando llegaran los apagones.

Apenas ha empezado el otoño y ya tenemos noticias de apagones en China; explican que por la elevada demanda post pandemia, que ha disparado la actividad de sus fábricas y agotado sus cupos de energía, pues allí no sube el precio sino que se asignan cupos con límite.

Mientras aquí suben los precios, en China ya sufren apagones.
Y sólo estamos en octubre

Las noticias recuerdan a la aparición del coronavirus hace dos años, un tipo de gripe muy contagiosa que nos quedaba muy, muy lejos, pero cuya letalidad enseguida fue universal, como bien sabemos.

En el enjambre energético hay sucedidos muy inquietantes. Por un lado, Putin manejando el gran grifo del gas, que condiciona el precio de la energía en Occidente y, de paso, la paz o la agitación social. Por otro, la aceleración de la transición energética, con la reducción de la producción de las más contaminante sin tener suficientemente adelantada su sustitución por las renovables. De paso, en el caso de España, malos tiempos para reclamar compensaciones y una transición justa, y pendientes de que el delicado triángulo Argelia, Marruecos y Sáhara no cortocircuite la llegada del gas argelino. Como marco, una demanda de energía creciente, que empieza en los enchufes de nuestras casas y ya paraliza cadenas de producción por su impacto en los costes.

Ante el enjambre sísmico, poco podemos hacer, salvo minimizar el sufrimiento de los afectados. Ante el enjambre pandémico, ya vimos lo poco preparados que estábamos. Ante el enjambre energético, los líderes sociales deberían enviar mensajes serenos, en vez de ofrecer amenazas por parte de jerarcas eléctricos insaciables o la impericia de los responsables públicos, obligados a cambiar sus decisiones sobre la marcha.

Dice el filósofo coreano Byung-Chul Han en su nuevo libro ‘No cosas’ que el mundo material y tangible se está disolviendo en un mundo de información, y que todos somos ‘infómanos’; incluso ‘datasexuales’. Me gustaría pensar que los nubarrones energéticos que se vislumbran son hijos de la ‘infomanía’ y no tienen que ver con datos como que España tiene una reserva de gas estratégica para 20 días.

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