La capital aragonesa, como el resto de la Comunidad y de España, está recuperando su actividad social, económica y cultural al compás de la mejora sanitaria. 

La salida de la crisis pandémica está ganando velocidad paulatinamente, como se observa estos días en las calles de la ciudad. Las señales de recuperación son visibles, desde la ejecución de inversiones productivas a la celebración de grandes certámenes internacionales en la Feria, pasando por magníficas exposiciones de pintura y otras artes. Ahora, salvo inesperados y fuertes reveses de salud pública, se puede dar por sólidamente encarrilada la vuelta a la normalidad. Teniendo siempre un sentido recuerdo para las familias afectadas por la covid-19, Zaragoza tiene que intensificar la colaboración público-privada para aprovechar las oportunidades que se le abren en todos los ámbitos.

Después de responder de forma ejemplar al desafío que a toda la sociedad le ha impuesto el coronavirus, Zaragoza debe afrontar en los próximos meses un doble reto. Por una parte, mantener las medidas de prudencia para evitar un rebrote de la enfermedad; por otra, poner en marcha un plan de desarrollo, con el ciudadano como eje de actuación, que cuente con la complicidad de las administraciones públicas, los partidos políticos y la sociedad civil. Los fondos europeos proporcionan una ocasión privilegiada para seguir mejorando en la calidad de vida. Es preciso, eso sí, que todos los actores participen con generosidad, sin apriorismos ideológicos y con muchas dosis de empatía para propiciar soluciones de larga duración.

El sólido tejido ciudadano, económico, cultural, sanitario, universitario, industrial y comercial de Zaragoza debe servir de base para cimentar la recuperación. La capital aragonesa lo ha hecho en anteriores ocasiones para afrontar retos tan difíciles como el actual. Hay que conseguirlo de nuevo.