Por
  • Luisa Miñana

La frialdad

'La frialdad'
'La frialdad'
Pixabay

A muchas personas les molesta, les asusta, que les comentes algo cuando están ojeando los libros expuestos.

Fue un lamento que escuché en la Feria de Madrid a varios libreros y editores, extrañados. Parece que también hasta aquí, uno de los corazones de la cultura, comienza a llegar la frialdad, pensé.

Theodor Adorno habló de la frialdad y la indiferencia como "el principio básico de la subjetividad burguesa". Añadió que tal principio fue necesario para que pudiera producirse el silencio que acompañó la barbarie nazi. No me refiero ahora a esa frialdad extrema que ha propiciado los peores momentos de la historia de la civilización, pero quizás sí (ojalá mi temor sea exagerado) a una indiferencia individual y social manifestada en procesos y actitudes aparentemente inocuos, que pasan desapercibidos o que solemos justificar ante contextos puntuales. Procesos que en realidad denotan el ruido de una violencia social, más o menos soterrada, contenida, pero creciente y paulatinamente más descarada y afilada. El camino de deshumanización comienza gradualmente desde pequeños gestos como la rapidez con que olvidamos el significado de los aplausos al comienzo de la pandemia, el desdén por la opinión del otro y la propia pereza por comunicar, o el despreciativo ejercicio de fiesta y violencia mezclados en los botellones multitudinarios (el camuflaje de la masa envalentona). La frialdad no es sino un mecanismo de adaptación y supervivencia. Pero, ay, también es el huevo de la serpiente.

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