Caña en Garrapinillos

'Echar unas cañas' es algo habitual en España.
'Cañas en Garrapinillos'
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Previne a mi madre de que estuviera atenta porque me tocaba moderar una mesa con representantes nacionales de los principales partidos políticos. 

Íbamos a hablar de eutanasia, de si se debe obligar a la gente a vacunarse de la covid-19 o del controvertido modelo Muface para dar cobertura sanitaria a los funcionarios. Temas interesantes aunque, hasta donde me tenía acostumbrado, mi madre se conectaba más a estas cosas para decirme lo guapo que voy con traje y corbata. Yo, siempre que me lo dice, le insisto en que eso no es lo importante, que escuche los debates, que casi siempre suelen ser entretenidos. "Ya, pero mi chico es lo primero", me responde. Así que en ese círculo vicioso de amor maternal y egolatría, obviamente la avisé de que el debate empezaba en breve y que se fuera conectando. La cuestión es que esta vez notaba el Whatsapp algo silencioso y al finalizar el encuentro vi en el móvil un mensaje desolador: "Estamos en Garrapinillos echando una cañica pero seguro que luego lo puedo ver en algún sitio". Me dejó el corazón helado.

Es verdad que los caseteros, de hacer turismo, procuramos ir a tomar una cerveza antes a Garrapinillos que a Utebo, por motivos de sobra conocidos. Aquí la cuestión no era tanto el periplo por los barrios de la zona como la orfandad narcisista a la que me había sometido. Los primeros coletazos de esta nueva realidad del desamparo que, intuyo, voy a tener que empezar a asumir de ahora en adelante llegaron cuando, mientras trabajaba en agosto, me llegaban fotografías de mis padres comiendo marisco en Galicia. Estaba acostumbrado a ser yo el que mandaba esas fotos, así que me pareció generoso decirles que a mí también me gustaba recibirlas; no contaba, en cambio, con el hartazgo que podía generar la décima cigala mientras te sudan los muslos frente al ordenador.

El problema de que tus padres se dediquen a hacer su vida es que dejan de corroborarte que la tuya también parece ir por el camino adecuado, que es la forma más cómoda de sentirte independiente más allá de la nómina. Y la verdad, no sé qué pasa, pero tras 25 minutos luchando con el nudo de la corbata delante de un espejo, no hay nada como el piropo de una madre para echar el cuerpo al monte de la vida: cúmulo de gestos para querer y que nos quieran.

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