Líneas tan perfectas

Novios al salir de la iglesia el día de su boda
'Líneas tan perfectas'
Pixabay

La gente de mi generación se casó hace más de dos décadas y su descendencia, con frecuencia, tardía, aún no tiene edad para desposarse. 

Además, las pocas segundas nupcias que viene habiendo en mi entorno son discretas, como si sus protagonistas, con la cautela que da la experiencia, ya no las tuvieran todas consigo. Así que llevo muchos años de abstinencia nupcial y suponía que aún me quedaban bastantes más.

Sin embargo, inesperadamente, el otoño ha dejado en el buzón familiar una lujosa y delicada pieza de celulosa, compuesta por un sobre y un tarjetón. Veo que en esta temporada priman las texturas de acuarela, los colores tenues, los motivos florales, el sello de lacre personalizado con iniciales y otros ornamentos que, pese a ser el último grito, me resultan familiares. Se diría que no hubiera pasado el tiempo. Y he sabido que, para quienes optan por el refinamiento más cursi, subsiste la invitación sobria, escueta, negro sobre blanco, con tipografía sin gracias.

Con todo, aunque se celebre en un templo y no sea una unión homosexual, espero que la boda refleje los cambios sociales. Por ejemplo, ahora que se mima tanto la imagen, quizás el novio ya no se preste a ser un figurante disfrazado. Y quizás la novia ya no oculte su sonrisa natural tras una irreconocible mueca pintada que, sin llegar a ser la de Joker, podía congelarte.

Y es que, como dijo Truman Capote, al narrar un encuentro con Greta Garbo, quien, en esa ocasión, a gusto del escritor, iba maquillada en exceso, "uno no espera que unas líneas tan perfectas, además, vengan coloreadas".

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