Por
  • Francisco Bono Ríos

¿Equilibrios imposibles?

'¿Equilibrios imposibles?'
'¿Equilibrios imposibles?'
Heraldo

Recuerdo perfectamente que cuando comencé la carrera de Económicas la cualidad que me ‘enganchó’ desde el principio fue la continua obsesión de la Teoría Económica por alcanzar el ‘equilibrio’ en la actuación de los agentes económicos. 

La búsqueda del equilibrio era, en definitiva, el gran paradigma de aquella ciencia que empezaba a descubrir.

Claro que ese primer entusiasmo se enfrió un poco cuando, más adelante, en la asignatura de Política Económica se reconocía que los grandes objetivos nunca se alcanzaban simultáneamente en los mercados, lo que obligaba a los gobiernos a establecer de forma permanente unas prioridades. Vamos... que el equilibrio es una utopía y que la economía cotidiana es un continuo baño de realidad, condicionada además por variables como los intereses, las ideologías y todo tipo de actuaciones ajenas a la técnica.

Llama la atención que las pugnas en torno a algunas medidas económicas se produzcan dentro del propio Gobierno

Todo esto viene a cuento de algunas recientes polémicas que inundan nuestra vida política, que además –para colmo– se producen en el seno del propio Gobierno de la nación (lo que no es muy lógico, como a nadie se le escapa). Seleccionaré dos, tan solo dos, de estas polémicas: el sistema de pensiones y el salario mínimo interprofesional (SMI).

Respecto del sistema de pensiones, lo único claro –dígase con claridad– es que actualmente no es sostenible, es decir, que no se logra su equilibrio financiero, salvo con la permanente aportación de los presupuestos del Estado, especialmente en las proyecciones a futuro. Ello plantea un irresoluble dilema entre la idoneidad de los objetivos a implementar para mejorar las expectativas de futuro del sistema. Porque –sirva como ejemplo– un alargamiento de la edad de jubilación va en contra de la entrada de nuevos empleos, agravando así aún más el problema de los jóvenes y de los parados de larga duración. Porque de otras soluciones, como aumentar las actuales cotizaciones o reducir las prestaciones, mejor no hablemos.

Pero no solo se crea un problema como el citado del alargamiento de la edad activa. Es que a lo anterior habría que añadir dos cuestiones más. La primera, que deberían establecerse por lógica unos tramos de edades en función de la naturaleza del trabajo (no son equiparables en términos de esfuerzo físico y riesgo laboral los trabajos administrativos con los manuales, por citar solo un ejemplo). La segunda cuestión es que parte de lo ahorrado por pensiones habría que dedicarlo a una mayor carga lógica en la factura sanitaria, lo que no admite demasiadas discusiones.

Un segundo debate es la subida del SMI. Para muchos, la cifra propuesta es tan pequeña que no debería causar un problema en los costes de las empresas, pero esta consideración no tiene en cuenta la inmensa diversidad de tipos de contratos y remuneraciones que existen en la realidad. Los grandes temas de la economía y la notoriedad de las grandes empresas llevan a ocultar la realidad de innumerables trabajos ligados a microempresas (con rentabilidad de pura subsistencia), trabajos de jornada reducida, servicio doméstico, retribución por horas, etc., para los que en muchos casos la subida del SMI llevaría a la cancelación o reducción de actividad o su derivación a la economía sumergida para evitar la nueva normativa. Es muy posible que la medida propuesta sea más oportuna en ciclos de mejor situación económica que la actual.

En todo caso, los efectos que pueden tener esas decisiones nos muestran lo difícil que es alcanzar un equilibrio en las prioridades

Por cierto, sorprende que la subida del SMI sea defendida con más ímpetu por el sector más ‘izquierdista’ del Gobierno y por los sindicatos que por los sectores más moderados. Es posible que la subida alcanzara a una mayor proporción de trabajadores, pero no es menos cierto que perjudica a los más indefensos, y sorprende que este hecho no merezca una mayor defensa por los sectores –teóricamente al menos– más progresistas (debe ser que me estoy haciendo demasiado mayor...).

En fin, resumiendo, ni es posible lograr unos equilibrios (nunca llueve a gusto de todos), ni es posible legislar para todos los interesados (los paraguas nunca son iguales). Nuevamente hay que pedir a voces que son necesarios unos pactos de Estado, y ya que esto parece otra utopía, al menos que los que nos gobiernan estuvieran de acuerdo entre ellos en las cuestiones más relevantes de los ingresos de las familias...

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