La ciudad de los Goyas

En la plaza de España se ha instalado la pieza de Ignacio Mayayo.
'La ciudad de los Goyas'
Toni Galán.

Esos Goyas, que ya son de la familia, nos están pidiendo que hagamos algo, aunque de momento no sepamos qué es. 

Esos Goyas de colores que animan Zaragoza, aparte de alguna patada, sufren achaques a fuerza de aguantar fotos y selfis (que los píxeles también se gastan). Goya se salió enseguida de sus épocas, las traspasó con su valor y su ansia de una vida mejor, más sana y más alegre. Más eco bio inclusiva. Y por esa tensión de salirse de sus épocas y llegar más lejos y mejor las múltiples estatuas callejeras nos exigen que hagamos algo, aunque de momento no sepamos muy bien qué ni cómo. Pero los artistas que las han pintado van dando alguna idea. Ni en esta era de auto vértigos se puede pasar junto a uno de esos goyas sin sentir la llamada a la acción, o a la reflexión, que es la acción de los pobres. Los Goyas tal vez invitan a salvar Zaragoza y Aragón de la ruina del mundo y de la Europa huérfana de sí misma, de USA y de chips. Los goyas vigilan la ciudad del futuro como guardias de fibra de vidrio (como un Fórmula 1 bien tieso, puesto en pie) y nos exigen algo de entrega y de ilusión empática. La ciudad esquizoide entre fiestas y no fiestas es más internacional que nunca, es una babel de cuerpos y lenguas: hasta aragonés se habla. En medio de esas riadas veraniegas de turistas lejanos y nativos venidos de medio mundo incluyendo Aragón y Soria los Goyas y sus versiones recuerdan los bombazos, las degollinas y las satrapías desde una ciudad vital, abiertísima y, a ratos, hasta feliz.

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