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  • Ángel Garcés Sanagustín

Las tres condecoraciones del Barça

El Camp Nou.
'Las tres condecoraciones del Barça'
Reuters

El Fútbol Club Barcelona otorgó tres condecoraciones a Francisco Franco. 

Le entregó la insignia de oro y brillantes en 1951. Posteriormente, y ya en la década de los setenta, le concedió la medalla de oro del Palau Blaugrana por la contribución del Régimen a la construcción del citado pabellón, así como la medalla de oro, coincidiendo con el septuagésimo quinto aniversario del club. Ambas le fueron entregadas en el Pardo, en sendas audiencias celebradas en 1971 y 1974, con la asistencia de la práctica totalidad de los miembros de las juntas directivas. El Barça le estaba muy agradecido por la recalificación de los terrenos del antiguo campo de Les Corts, entre otras cosas. Por cierto, estas dos medallas honoríficas le fueron retiradas en 2019, coincidiendo con la exhumación de sus restos.

El club azulgrana no solo le otorgó tres condecoraciones a Franco, también un busto suyo presidía la sala de reuniones en sus oficinas. Tras su muerte, se apresuraron a retirarlo, pero, con los nervios, se cayó al suelo y se rompió, ante el estupor de los presentes. Estaban convencidos de que era de bronce y solo era de yeso. Toda una metáfora.

Por aquel entonces, el FC Barcelona ya alardeaba de ser algo más que un club, una especie de ariete social contra el centralismo y un reducto de las esencias del catalanismo. En los meses siguientes el Camp Nou se llenaría se ‘senyeras’, mucho antes de que este emblema fuera reconocido oficialmente.

Ante el proceso independentista, el club ha navegado entre dos aguas, intentado no significarse demasiado, a sabiendas de que detrás de la entidad hay una heterogénea masa social que reúne a personas de todas las ideologías y credos, tanto en Cataluña como fuera de ella. Y, además, es consciente de que la viabilidad económica del club no pasa por la creación de una liga regional.

No cabe afirmar que Francisco Franco fuera ‘culé’, aunque tuvo más atenciones
con ellos que con el Real Madrid, el club que, según se decía,
representaba al centralismo opresor

Recientemente, se les ha ido su último gran símbolo, Leo Messi. Se fue sin pronunciar en veinte años una palabra en catalán, al menos en público. No me quiero imaginar lo que le espetarían a una trabajadora de un supermercado del Ampurdán si llevara veinte días en la caja e hiciera lo mismo.

Lo curioso del caso es que el Real Madrid tuvo sonados enfrentamientos con personalidades del Régimen. Sin ir más lejos, fue célebre la expeditiva expulsión del palco de Millán-Astray por Santiago Bernabéu. El incidente se inició, al parecer, porque el fundador de la Legión había molestado a una señora.

En 1973 se producen dos hechos que demuestran hasta qué punto el equipo blanco no gozaba de las simpatías de las autoridades franquistas. Por un lado, el Ayuntamiento de Madrid, presidido por Carlos Arias Navarro, rechazó la recalificación de los terrenos que ocupaba el estadio. Ese mismo año, Bernabéu entregó la insignia de oro y brillantes a Moshé Dayán, el ciclópeo líder israelí, cuando aún no se habían entablado relaciones diplomáticas con el Estado hebreo. El espontáneo acto del presidente madridista en un partido de baloncesto contra el Maccabi provocó furibundas protestas de los mandatarios árabes, entre ellos Gadafi.

Por cierto, Bernabéu nunca medró en el franquismo. Sobrevivió gracias a una pensión de jubilación que percibía por haber sido funcionario de Hacienda. Cuando murió, en 1978, el club se propuso socorrer económicamente a su mujer y cederle el Seat 1500 que utilizaba el presidente. La viuda se negó a ambas cosas, siguiendo, según parece, los deseos del fallecido. El patrimonio que acumuló podría representar el estándar de la clase media acomodada de aquel momento: un piso en la capital, una casa de pescadores en la playa y unos ahorros que no alcanzaban el millón de pesetas.

A pesar de los hechos anteriormente expuestos, no cabe afirmar que Franco fuera ‘culé’, aunque tuvo más atenciones con ellos que con el club que, según se decía, representaba al centralismo opresor. Otra curiosa metáfora.

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