Por
  • Francisco Bono Ríos

El valor del ejemplo

Ángel Luego felicita a Javier Lambán en la segunda toma de posesión como presidente del Gobierno de Áragón de éste, en agosto de 2019
'El valor del ejemplo'
Guillermo Mestre 

Un reciente acontecimiento luctuoso, el fallecimiento de Ángel Luengo, me ha hecho recapacitar sobre el hecho de que, como estamos inmersos desde hace casi ya dos años en problemas de carácter planetario, se nos escapa con frecuencia el auténtico significado de algunas otras cosas que, en definitiva, constituyen la clave real y cotidiana de nuestra supervivencia como sociedad en términos económicos, como aspecto clave de términos más globales.

Desde que las sociedades mundiales se comenzaron a configurar en la alejada noche de los tiempos, ¿cuál ha sido la clave del progreso económico en el mundo? Pues no otra cosa que la empresa, eje en la que nace y se desarrolla la actividad económica, lo que conduce directamente a la figura del empresario, una secuencia que casi sonroja por obvia pero que conviene recordar porque se olvida con suma facilidad.

De la cantidad y calidad, pues, de los empresarios depende en definitiva nuestro bienestar y en ello es en lo que he vuelto a reflexionar al recordar la figura de Ángel Luengo. No pretendo escribir un obituario sobre su persona sino poner de relieve su figura como exponente de empresario ejemplar y prototipo de emprendedor eficaz y útil a la sociedad a la que pertenece.

Ángel Luengo poseía un perfil bastante típico del buen empresario aragonés. Era esforzado y persistente, a la vez que discreto y muy austero en su estilo de vida. Tenía una fuerte personalidad y era un buen conversador gracias a su excelente memoria y haber participado activamente en muchos acontecimientos importantes de la historia contemporánea de nuestro país.

Desde el punto de vista puramente empresarial, poseía los valores a imitar, propios de cualquier manual de escuela de negocios, y de los que no me resisto a detallar algunos como: visión a largo plazo, reinversión de una alta proporción de los beneficios anuales, despliegue de planes de inversión graduales y constantes, bajo nivel de endeudamiento y firme compromiso con el territorio y sus gentes.

Si hubiera que poner énfasis, dentro de lo anterior, en algunas de las virtudes de Ángel Luengo, quizás también porque dada su discreción su actividad era muy desconocida para la población en general, podrían destacarse dos: su diversificación y su compromiso con el territorio.

En cuanto a la diversificación, era muy alta como bien se conoce en los círculos especializados, lo que le permitía alternar y planificar el conjunto de los resultados empresariales en función de la coyuntura cambiante, bien por los ciclos recurrentes o bien por crisis sobrevenidas.

En cuanto a su compromiso con el territorio no solo se circunscribió a la propia creación de riqueza en comarcas rurales con baja densidad de población, como es bien conocido, sino que en determinados momentos críticos de alguna actividad actuó a favor de los trabajadores aun cuando fuera a cargo de sus propios recursos, de todo lo cual quedaba muy poca constancia pública por propio deseo de él mismo.

Una de las razones de que Aragón ocupe buenas posiciones en la economía nacional (en empleo, exportaciones, etc.) es el comportamiento
de sus empresas, es decir de los empresarios y sus directivos

Muchos lectores, cuando lean este conjunto de valores, podrían señalar de inmediato que hay bastantes empresarios que lo cumplen por igual. En España algunos son conocidos por su notoriedad en los mercados, ocurriendo algo parecido en Aragón aunque quizás la notoriedad se concreta en unos pocos y el resto es solo conocido por el entorno más próximo.

En muchas ocasiones se pregunta por qué Aragón ocupa buenas posiciones en la economía nacional (en empleo, exportaciones, etc.) y la respuesta es que este hecho responde a una suma de factores, pero que hay uno que destaca por encima de todos los demás: el comportamiento de sus empresas, es decir de los empresarios y sus directivos. Ángel Luengo era un exponente de ellos y un claro signo de un valor fundamental en la vida, las empresas y las instituciones: la ejemplaridad.

En Aragón no somos amigos de lucimientos, pero no está de más saber valorar y ponderar lo que tenemos. 

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