Nuestros vértigos de cada día

'Nuestros vértigos de cada día'
'Nuestros vértigos de cada día'
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Me asomo curioso a los preparativos de aquella propuesta que tiene para mí pinceladas de temeridad: ese bastante más que conocido toma carrerilla y, con decisión insolente, sin titubeos, salta desde una plataforma rumbo al vacío, en una caída de decenas de metros –para mí son cientos–, abrazándose a la nada, sujeto por una cuerda atada a un arnés. 

Me quedo parado, repasando los impulsos que le han empujado y que surgen, supongo, del corazón y de la cabeza: para conformar un cóctel que estoy convencido de que nunca voy a beber.

Repaso esa carrera hacia el precipicio y me pregunto dónde es capaz de fabricar su desprecio por el vértigo, un temor que se me apodera hasta cuando actualizo la audacia del salto. Pero adentrándome por ese laberinto de mis pensamientos intento también conocer cuáles son, sin ánimo de emular aquellos arrestos, las áreas en las que se sostienen mis arrojos.

Porque interpreto que entre el puñado de mis virtudes habitan cualidades que también merecen rango de osadía; que la vida está repleta de iniciativas por las que conducirse. Y la forma de acometerlas merece también el sello de la valentía. Adentrarse en la jungla del día a día brinda mil alternativas para encararse con el riesgo, enfundarse el arnés del atrevimiento y echarse a andar por los resquicios que conforman los obstáculos. Dejando de paso, a ser posible, que una mano se agarre al sentido común.

Y así, como en la carrerilla que toma el valiente hacia la nada, uno se encara con sus miedos, se desnuda de sus inquietudes y afronta las dificultades, siempre envueltas en disfraces singulares, que se acomodan en el discurrir habitual. Que pasan factura a lo largo de la jornada para acabar agotado en los límites de cada día.

Porque, con todo el respeto que me sigue provocando esa imponente búsqueda del vacío, el vértigo verdadero es el reto de saber sacarle partido a la vida, la que se me vuela; la que se exprime a la velocidad con la que veo crecer a mis criaturas. Y eso impone respeto, al fin y al cabo son varias las que ya me sacan una cabeza…

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