Poliestireno expandido

Roberto Montañés y Santi Díaz, Los Gandules.
Roberto Montañés y Santi Díaz, Los Gandules.
Raquel Labodía

Este verano mi hijo vio en directo a Los Gandules, de los que conoce todo el repertorio.

 Con nueve años, fue su primer concierto de verdad, pues se trató de una iniciativa suya, no del mundo adulto. Concebido el plan con un amigo del colegio, tras las pertinentes e irrelevantes consultas familiares, a mes y medio vista, ambos disponían de localidades en primera fila.

Acabado el espectáculo, mientras me fijaba en el entusiasmo de los dos niños y de la amiga que allí se les unió, evoqué mi primer concierto, o recital, como también se decía entonces. Fue en julio de 1981, en una explanada de la antigua Hípica de Zaragoza. Actuaron Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez, quienes acababan de hacerse famosos en el programa ‘Esta noche’, dirigido por el periodista Fernando García Tola y presentado por la actriz Carmen Maura. Escuché casi todas las canciones fuera del recinto, hasta que, al final, entrada la noche, dejaron pasar a la chavalería. He olvidado el aspecto de los artistas, pero no el maravilloso resplandor blanco de aquel escenario.

Treinta años después, volvimos a casa entonando «poliespán, poliespán, qué invento el poliespán», de la última canción del concierto de Los Gandules, compuesta con la melodía de otra de 1976, en la que el grupo Jarcha cantaba «libertad, libertad, sin ira, libertad». Y me pareció que pasado y presente se fundían. Sin embargo, esta ilusión se esfumó cuando, antes de acostarme, volví a escuchar un verso de aquel himno. El que habla de «gente que solo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz». Sobra una palabra.

jusoz@unizar.es

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