Por
  • Almudena Vidorreta

Tren a Francia

Hace muchos años que no pasan los trenes por el túnel que conduce a Francia.
Hace muchos años que no pasan los trenes por el túnel que conduce a Francia.
Marín Chivite / HERALDO

Casi cuatro horas le cuesta al ferrocarril más lento de España recorrer la distancia que separa Zaragoza de Canfranc; nueve desde Teruel. 

El viaje es toda una experiencia: romántica para los que puedan permitírsela en unas vacaciones con sabor añejo, irritante para quienes sufren a diario la despoblación y sus problemas. Y, en el fondo, para todos. Porque ir a Francia en tren significa pasar por Cataluña o País Vasco, aunque en la capital aragonesa exista una de las plataformas logísticas más grandes de Europa. A pocos kilómetros de la estación de Canfranc, futuro hotel, se encuentran en la vertiente francesa los restos del campo de concentración de Gurs, atravesado por el óxido de unos raíles a los que ya no les afectan las lágrimas ni el peso de las almas. Cercano a la localidad de Oloron-Saint-Marie, albergó entre 1939 y 1945 más de 20.000 prisioneros. Algunos de ellos llegaron hacinados en tren tras su intento fallido por huir de las tropas franquistas, mientras otros, judíos de origen alemán, por ejemplo, fueron devueltos al cabo de los años en alguno de aquellos vagones de la muerte con destino a Auschwitz. Del campo de concentración en Polonia, que conocí hace una década, además de la densidad del aire, recuerdo aquella otra vía férrea que conducía hasta los hornos crematorios. De este me hablaron en la escuela; del francés, no. Me cuenta una nonagenaria del Bearne que solía llevar pan a los niños de la valla. Ojalá un tren de pasajeros que atravesara nuevamente el Pirineo por su mismo centro hacia Pau, con desvío a Gurs. Solo por esa visita valdría la pena.

Almudena Vidorreta es poeta y profesora

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