Por
  • Carmen Puyó

Acostumbrarse al terror

Un hospital en Haití tras el terremoto.
Un hospital en Haití tras el terremoto.
Ralph Tedy Erol / Reuters

Hubo unos años en los que las llamadas ‘serpientes de verano’ venían a animar informativamente hablando unas cuantas semanas en las que no había noticias destacadas. 

Felices aquellos días de julio o de agosto -tampoco eran demasiados, la verdad, porque las malas noticias siempre vuelven- en los que era difícil encontrar temas de interés para una primera página. Nada que ver con la precipitación, en esta segunda parte del estío de 2021, de sucesos trágicos, tremendamente duros, que no parece vayan a disminuir ni a dar un respiro a sus víctimas. Afganistán, Haití y tantos otros países y millones de seres humanos siguen sin saber lo que es la paz, el bienestar, el tener un plato caliente que llevarse a la boca, al menos, una vez al día.

Me da miedo que nos acabemos acostumbrando al terror ajeno, al que vivimos a través de los informativos, de los medios de comunicación, el que nos duele y por el que sufrimos, pero que no nos llega a rozar en nuestra existencia cotidiana. Ves tanto sufrimiento en aquellos cuyo día a día discurre entre bombas, hambre, terremotos, corrupción -ay, la maldita corrupción-, que llega un momento en el que desconectas. Afortunadamente, las ONG que siguen trabajando en las zonas de conflicto, las que aún pueden seguir haciéndolo, aunque paguen por ello un alto precio y, a veces, le cueste la vida a alguno de los suyos, siguen recordándonos que no tenemos que mirar hacia otro lado ante el terror que sufren los demás, que no podemos acostumbrarnos al mismo y que millones de personas necesitan el calor del resto del mundo.

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