De Kabul a Niamey o a Bamako

Soldados españoles regresan a la Base de Zaragoza, en 2013, después de una misión en Malí.
Soldados españoles regresan a la Base de Zaragoza, en 2013, después de una misión en Malí.
Oliver Duch

La victoria de los talibanes y la humillación de las potencias occidentales en Afganistán resuenan en este momento en todo el mundo. 

De manera muy especial en las regiones, que no son pocas, en las que milicias yihadistas tratan de imponerse por la fuerza para crear santuarios, emiratos y pseudoestados en los que ejercer su poder.

Una de esas regiones, muy sensible para Europa y España por su proximidad al Mediterráneo, es el Sahel. En una franja de desiertos y semidesiertos que abarca, en todo o en parte, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger, Nigeria y Sudán, hay desplegadas también tropas internacionales, lideradas en general por Francia, pero con una importante aportación de cientos de soldados españoles, que intentan contener el fanatismo. Tampoco allí puede decirse que Occidente haya cosechado un gran éxito. Grupos islamistas diversos, afiliados unos a Al Qaeda otros, al Estado Islámico, siguen rampantes, pero se ha conseguido hasta ahora evitar que tomen el poder en alguno de esos países. Hay sin embargo una sensación de cansancio y peligro de desistimiento. No hace mucho Macron anunciaba planes para retirar una parte de su esfuerzo militar. En cambio, desde el propio escenario de la lucha, el presidente de Níger, Mohamed Bazoum, denunciaba el acoso que sufre su país por parte del yihadismo en múltiples frentes, agradecía la ayuda francesa y pedía una mayor implicación de la comunidad internacional.

Hay que estar atentos al Sahel, porque, después de Afganistán, no podemos permitirnos otra debacle.

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