En apenas 24 horas, tres aviones han partido de la Base de Zaragoza hacia Afganistán para proteger las labores de repatriación de cerca de 400 personas entre miembros de la Embajada española en Kabul, ciudadanos nacionales y equipos de colaboradores afganos. Es otro ejemplo de la labor crucial que los militares aragoneses siguen realizando en beneficio de toda la nación.

El pasado lunes por la noche, una aeronave A-400M puso rumbo a Dubái para iniciar la evacuación ante la toma de Afganistán por parte de los talibanes y ayer se completó esta primera parte del operativo con el despegue de otros dos aviones pilotados por profesionales del Ala 31 de Zaragoza y en los que embarcaron medio centenar de militares del batallón Cooperación Cívico Militar (CIMC) del Ejército de Tierra y del Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) del Ejército del Aire, muchos de ellos aragoneses. La misión, delicada y conducida de manera coordinada por los ministerios de Defensa y Exteriores, busca una evacuación rápida y exitosa en unas condiciones duras y cambiantes, como se está comprobando con las terribles imágenes que estos días llegan desde el aeropuerto de Kabul.

La Base Aérea de Zaragoza, antes con los aviones Hércules y ahora con los nuevos A-400 M, ha realizado durante décadas un servicio impagable para los intereses de la defensa nacional y siempre se ha mantenido en la vanguardia de las misiones más exigentes. Precisamente, por ello, y ante la labor extrema que van a acometer en las próximas horas los profesionales españoles, hubiera sido deseable y hasta necesario que el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, más allá del uso de las redes sociales, hubiera realizado un gesto acorde con la situación para despedir en persona desde Zaragoza a quienes, desde el más profundo sentido del servicio y del deber, van a ejecutar una evacuación límite.