Por
  • Ángel Garcés Sanagustín

Cuando caiga Kabul

Los talibanes patrullan en una ciudad afgana.
Los talibanes patrullan en una ciudad afgana.
Nawid Tanha / Efe

Cuando Kabul caiga, habrá que recordar que ciento dos soldados españoles murieron defendiendo los derechos humanos en Afganistán

Dieron su vida, entre otras muchas cosas, para que las niñas pudieran ir a la escuela y para que las mujeres no fueran tratadas como esclavas y cubiertas como momias.

La actual ofensiva talibán es fulminante y parece imparable. Puestos a recordar, tampoco deberíamos olvidar que este grupo fue armado y formado militarmente por los norteamericanos en la década de los ochenta, cuando ‘Rambo’ galopaba junto a ellos contra la invasión soviética. Tras pelear contra el mismo monstruo que habían contribuido a crear, ahora abandonan a sus aliados en la zona.

Sí, ciento dos soldados españoles han dejado su vida en la misión de Afganistán. Las tropas españolas han sido consideradas por el resto de los contingentes militares como ejemplo de excelencia y abnegación. Deberíamos sentir, al menos, el mismo orgullo que cuando se logra una medalla olímpica.

Los militares, al igual que el conjunto de los servidores públicos, deben caracterizarse por su profesionalidad y por seguir las directrices que marquen las autoridades públicas legítimamente constituidas, aunque la disciplina castrense conlleva una mayor sujeción. La democracia ha hecho mucho mejores a nuestras Fuerzas Armadas, a pesar de algunos sucesos lamentables y evitables, como el accidente del Yak-42.

Las Fuerzas Armadas no solo cumplen con denuedo las funciones que les atribuye el artículo octavo de la Constitución, han destacado también en la actualidad por el desempeño de dos funciones que no están expresamente enunciadas en dicho precepto: la participación en misiones internacionales de mantenimiento de la paz y la intervención en casos de grave riesgo, catástrofes, calamidades o situaciones de necesidad análoga. Baste reseñar, al respecto, su contribución para combatir los efectos de la covid-19 o su decisiva intervención para paliar las consecuencias de la tormenta Filomena.

El servicio que prestan en las misiones de paz y su combate contra el infortunio no nos deben hacer olvidar que su principal aportación es el efecto disuasorio que han de provocar con objeto de garantizar la defensa de la integridad territorial y el cumplimiento de los objetivos marcados por las organizaciones internacionales a las que pertenecemos. Unas tropas bien pertrechadas y entrenadas son la mayor garantía para lograr y perpetuar la paz.

Su acreditada competencia empieza ahora desde el mismo momento de su selección. Sin ir más lejos, este mismo año la nota de corte para acceder a las academias de oficiales ha sido de 13,254 en la Evau para el Cuerpo de la Guardia Civil, instituto armado de naturaleza militar, y de 12,6 para el ingreso en el Cuerpo General del Ejército del Aire. En el resto de los cuerpos de oficiales está por encima de 12,2. Dentro de unos años, parece aconsejable que jóvenes de aptitudes parejas acompañen a la dama cadete Leonor de Borbón y Ortiz en su formación militar, para que, en su día, pueda asumir con éxito el mando supremo de las Fuerzas Armadas.

Sin embargo, una minoría muy activa de nuestra población sigue mirando de reojo a nuestros militares y en algunas partes los tratan como apestados. Y todo ello bajo el mantra de un pacifismo que esconde un antimilitarismo escasamente pacífico.

Los talibanes avanzan. Controlan ya cuatro capitales de los departamentos en que se divide Afganistán. En su ofensiva, detienen arbitrariamente a mujeres en plena calle, las inmovilizan y las humillan. Es mejor no imaginarse su final. Mientras tanto, aquí estamos preocupados por descubrir algún nuevo ‘micromachismo’ o por explicar las matemáticas desde la perspectiva de género.

No hace falta esperar a que caiga Kabul para recordar a los cientos dos soldados españoles, cien hombres y dos mujeres, que perdieron su vida en vano tras casi dos décadas de misión en Afganistán. Honraron su uniforme y la bandera bajo la que sirvieron. Fueron más generosos con su patria que la nación con ellos.

Ángel Garcés Sanagustín es doctor en Derecho

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