La música de las ballenas

'La música de las ballenas'
'La música de las ballenas'
Pixabay

Motivado por los comentarios recibidos, vuelvo al tema de la semana pasada, que se me ocurrió mientras contemplaba a gente de todas las edades y de muy diversa condición, bañándose en una piscina pública. 

Traté entonces de la querencia humana por el medio acuático, relacionándola con el origen de la vida y con nuestro desarrollo embrionario. Y aludí también a quienes no se han adaptado a vivir fuera del agua. Personas que, como las que ansían viajar al espacio, están dominadas por el anhelo de gravitar, o bien, más modestamente, de vivir entre algodones, sobre mullido, lo cual, además de generar incomprensión, condiciona su desarrollo personal y social.

Cuando afirmé la esencia cetácea de estas personas, no lo hice despectivamente, recriminación que he recibido y que habla de la altivez humana respecto a los demás animales. Al revés, lo hice con respeto, influido por el libro de Carl Safina ‘Aprender a ser salvajes’, donde se demuestra que las ballenas despliegan rasgos culturales, ingeniados por unos individuos e imitados por otros, que hacen que grupos de la misma especie, en hábitats semejantes, difieran en lenguaje, sociabilidad, crianza, alimentación y un etcétera que se alarga cada vez más, a medida que se conoce su rico comportamiento.

Por lo que a mí respecta, solo concibo la vida humana en tierra firme, que nos ha hecho ser lo que somos. Ahora bien, creo que nuestra existencia sería aún más fascinante, si tuviéramos en cuenta nuestra parte acuática y animal, si no nos miráramos tanto el ombligo y escucháramos la música de las ballenas.

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