Director de HERALDO DE ARAGÓN

17 sillas

Foto de grupo de los asistentes a la Conferencia de Presidentes Autonómicos de Salamanca.
Foto de grupo de los asistentes a la Conferencia de Presidentes Autonómicos de Salamanca.
Juanjo Martín / Efe

Afectados por una estrategia producto de las insalvables y cada vez más acusadas diferencias entre socialistas y populares, Pedro Sánchez y las comunidades del PP acudieron a la Conferencia de Presidentes convencidos de que la cita salmantina les otorgaría una victoria política. 

Sin esperar a que los presidentes tomaran asiento, Sánchez trató de desactivar cualquier oportunidad para la crítica buscando contentar por igual a todas las comunidades no nacionalistas. El líder socialista anunciaba la llegada de una nueva remesa de vacunas (3,4 millones más para agosto) y la cesión a las autonomías de 10.500 millones en ayudas europeas (el 55 por ciento de los fondos previstos para 2020). Moncloa se apuntaba el tanto, aunque con su pequeño éxito fracturaba el espíritu de lealtad y gobierno compartido que se presuponía debía guiar un encuentro que pilotó quien tenía la capacidad del reparto.

La gestión de la pandemia se ha descubierto reiteradamente condicionada por docenas de gestos como el vivido en Salamanca. La obsesión por anular políticamente al adversario ha descrito un modelo que solo ha servido para introducir la duda sobre la oportunidad e intencionalidad de muchos de los anuncios presidenciales. El regate en corto y el éxito puntual han servido de bien poco en la administración de una crisis de dimensiones históricas y en la que se han olvidado asuntos trascendentales. Hoy, la financiación autonómica en comunidades como Aragón es claramente insuficiente. La pandemia ha profundizado en lo sabido, agudizando la evidencia de que no hay dinero para prestar con calidad los muchos e imprescindibles servicios públicos.

Sin dudas sobre el hecho de que la distribución de las ayudas europeas entre las comunidades servirá para anclar el demandado criterio de cogobernanza, tampoco se puede ignorar que esta decisión tendría que adoptarse en un foro que ganase en estabilidad institucional y fuerza decisoria. La Conferencia de Presidentes, que no deja de ser un encuentro de buena voluntad, sin ninguna capacidad ejecutiva, solo sirve para escucharse mutuamente -que no es poco- y para atender a las explicaciones del presidente. De hecho, la cita de Salamanca no ha logrado borrar la evidencia de que para ciertas autonomías la bilateralidad continúa siendo mucho más rentable que su presencia solidaria en una única mesa con 17 sillas. Así, la amenaza de no asistencia protagonizada por el lehendakari Íñigo Urkullu tuvo su éxito en forma de transferencia de nuevos impuestos al País Vasco en menos de 24 horas y la ausencia de Pere Aragonès ha servido para confirmar que a ojos de Sánchez nada pasa cuando la Generalitat desplanta al resto de autonomías. La puerta abierta hacia una negociación al margen, particular y sujeta a la negociación política es evidente cuando se habla de Cataluña, aunque todo esto sería mucho más difícil de producirse si la Conferencia de Presidentes contase con otro nivel de decisión.

Esta semana vivimos la recuperación de la presencia de la Generalitat en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, un claro ejemplo de la necesidad que se descubre cuando se tratan asuntos tan fundamentales como los económicos. Por ello, sin necesidad de ninguna reforma constitucional, convertir la Conferencia de Presidentes en un órgano con un mayor trasfondo político, dotada con la fuerza del acuerdo de las 17 autonomías, quizá serviría para anular los beneficios que se descubren en ciertas bilateralidades.

miturbe@heraldo.es

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