Por
  • Manuel García Guatas

La estela de Corrado Giaquinto en España

'La estela de Corrado Giaquinto en España'
'La estela de Corrado Giaquinto en España'
Museo Goya

La estela de Corrado Giaquinto en España. De Antonio González Velázquez y Francisco Bayeu a Goya’. 

Este es el título de la exposición que se exhibe en el Museo Goya de la Fundación Ibercaja, preparada por Arturo Ansón y coordinada por Javier Martínez Molina. Son frecuentes desde hace muchos años las investigaciones de Ansón sobre este pintor napolitano y su influencia en artistas españoles como los que encabezan este título.

Se exponen treinta y ocho pinturas, de museos, colecciones públicas y de particulares, que han supuesto un laborioso seguimiento de las obras, de las que algunas se exponen en primicia.

Se completa la exposición con una proyección videográfica sobre la historia de la secular transformación del templo del Pilar y la construcción de la Santa Capilla, explicada por arquitectos expertos en estas obras e historiadores del Arte. Aunque extensa (50 minutos), se deja ver sin fatiga por la fluida combinación de imágenes de dibujos antiguos y secuencias actuales en vivo.

Pieza de alto contenido investigador y erudito es el catálogo (307 pp.), redactado por Ansón. Reúne muchos años suyos de investigación en esta pintura del siglo XVIII. Una publicación contundente y solvente, con un extenso repertorio de imágenes, que se podría haber aligerado un poco de numerosas autocitas en las exhaustivas fichas, que harían más fluida su lectura. Pero el autor ha elegido volcar sus conocimientos de muchos años que harán de esta publicación una obra de referencia para coleccionistas, estudiosos e investigadores de la pintura del siglo XVIII.

Las pinturas son, naturalmente, de temas religiosos, excepto dos deliciosos cuadros mitológicos de Goya con el ‘Sacrificio a Príapo’, una escena de ‘Selene y Endimión’ de Luzán, y otra de González Velázquez con una muchacha y un pastor ante un paisaje, para un tapiz. A pesar de no ser encargos habituales, tenían buena mano para las mitologías.

El motivo principal son los bocetos y copias de la decoración para la cúpula de la Santa Capilla, con representaciones de su construcción entonces en curso (1750-1762). Esta decoración, al fresco, se le encomendó al pintor madrileño González Velázquez, discípulo de Giaquinto, que vino de Italia a Zaragoza en octubre de 1752. El visitante puede percatarse enseguida de la belleza de estos bocetos por sus ritmos compositivos, movimientos y gestos de las figuras y la variedad de registros cromáticos en los que tan visibles son los estilemas –como les llama el autor– del italiano Giaquinto que le lleva a formularlos como una corriente ‘giaquientista’ con personalidad propia en la pintura de los jóvenes pintores españoles.

El autor presenta como primicias tres obras de juventud de Goya: un San Cristóbal, una de ‘Dios Padre y el Espíritu Santo en la Gloria’ y una figurita devocional de la Virgen del Pilar. Lo chocante de estas dos últimas es que aparezcan firmadas, por un Goya muy joven. En la segunda el autor ha leído la firma –borrosa e incompleta– pintada en el ala de la paloma del Espíritu Santo, y en la tercera, está bien visible en un ángulo del pedestal de la columna de la Virgen. Me dejan perplejo, pues era muy raro que un pintor principiante firmara sus obras.

Pero aparte de estas consideraciones estilísticas y de la presunta autoría goyesca, la exposición sobre la estela de Giaquinto, tan impecablemente académica y científica, encripta una serie de jugosas consideraciones sobre la trascendencia que tuvieron estas creaciones artísticas para la Zaragoza de mediados del siglo XVIII y después.

La ciudad vivió uno de los momentos de mayor esplendor artístico de su historia contemporánea, de confluencia de relaciones personales influyentes aquí y en la corte de Madrid y de una prosperidad ciudadana no conocida hasta entonces. El detonante principal fue la construcción y decoración de la Santa Capilla –una obra maestra de la arquitectura española– y la presencia de artistas como Corrado Giaquinto y su discípulo González Velázquez.

Zaragoza vivió a mediados del siglo XVIII, en torno a la construcción de la Santa Capilla, uno de los momentos de mayor esplendor artístico de su historia contemporánea

Entre aquellos personajes que tuvieron que ver con estas obras, el médico de cámara de Fernando VI, el zaragozano doctor Suñol, identificado por Ansón como eficiente mediador ante el monarca para patrocinar la construcción de la Santa Capilla.

El arquitecto real Ventura Rodríguez, que casará con una zaragozana, al que retratará Goya señalando el plano de la Santa Capilla (Nationalmuseum, Estocolmo). Pero lo más interesante de esta relación personal es que Goya escribió sobre el plano que sostiene Ventura Rodríguez, que el retrato se lo había mandado pintar en 1784 la esposa del infante don Luis de Borbón, es decir, María Teresa de Vallabriga –la Infanta–, quien en 1792 se retirará a vivir en Zaragoza.

También el canónigo Ramón Pignatelli, retratado por Goya de cuerpo entero, que por aquellos años estaba llevando a término la construcción del Canal Imperial, la principal fuente de riqueza para Zaragoza a lo largo de buena parte del siglo siguiente y cuyas aguas hicieron correr por las calles de Zaragoza un día de 1784.

Y como colofón incompleto y provisional de estos nombres y reflexiones, la presencia en la ciudad del muy rico hombre de negocios Juan Martín de Goicoechea, miembro destacado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y propietario de alguno de estos cuadros, ahora expuestos, para quien los pintó Goya.

El 12 de octubre de 1753, ¡que otra fecha podía ser mejor elegida! se descubría con gran regocijo de los zaragozanos esta pintura de la cúpula de la Santa Capilla. Goya tenía siete años.

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