Multilateralismo
Los centros de decisión internacional no representan la universalidad hasta el punto de que el sistema de Naciones Unidas sigue siendo deudor del esquema oligocrático y liberal existente con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial, sin que el establecimiento de conferencias de los Estados más poderosos (desde el G7 hasta el G20) contribuya a alejarnos de los selectivos directorios del siglo XIX ordenadores de las relaciones internacionales y del destino de los sujetos y actores.
Incluso, la tensión entre la universalidad formal y la desigualdad real aparece en el trasfondo de las deseables metas de la Agenda 2030 y los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
Nos encontramos ante una sociedad globalizada e interdependiente. Esta interrelación viene provocada por la creciente internacionalización de los intercambios económicos, por el progreso de las tecnologías de la comunicación y por los movimientos migratorios. La rápida expansión de la pandemia es una buena muestra de esa interrelación. Y son los factores económicos y tecnológicos los que han generado asimismo una importante desigualdad entre los distintos actores que integran la sociedad internacional. Para afrontar los retos migratorios, tecnológicos, sanitarios, medioambientales, de paz y seguridad, entre otros, se requiere de un multilateralismo eficaz. Al final, la funcionalidad del multilateralismo institucionalizado debería servir de factor corrector de las desigualdades existentes en el derecho internacional contemporáneo.