Director de HERALDO DE ARAGÓN

Una ministra para Aragón

Pilar Alegria, ministra de Educación.
Pilar Alegria, ministra de Educación.
Oliver Duch

La buena noticia del nombramiento de Pilar Alegría como ministra de Educación contiene un mensaje con una elevada carga política. Sánchez ha querido aprovechar los cambios en su Gobierno para dejar clara su autoridad en una clave orgánica.

La buena relación entre la nueva ministra de Educación, Pilar Alegría, y Pedro Sánchez no era ningún secreto, como tampoco lo era su progresivo crecimiento en el complicado y siempre resbaladizo mundo orgánico del PSOE. La hasta ahora delegada del Gobierno en Aragón contaba desde hacía meses con el favor de Moncloa y de Ferraz, una doble protección nada fácil de obtener que la había convertido en la única aragonesa ponente en el próximo Congreso Federal de los socialistas. La temática que Alegría defenderá en el cónclave de Valencia –Educación, Universidades, Cultura y Deportes– despertó en la mañana de ayer, nada más conocerse el anuncio de la crisis de gobierno, todo tipo de especulaciones sobre las puertas ministeriales que se abrían ante ella.

Tan conocida como la buena sintonía entre Sánchez y Alegría es también la simplemente correcta relación que mantiene con el presidente de Aragón, Javier Lambán. Con más frío que calor, ambos han aprendido a convivir sin molestarse, aunque siendo conscientes de la anomalía política que implica que Sánchez se sienta bastante más cómodo con la delegada del Gobierno que con el presidente de la Comunidad.

El nombramiento de Alegría, del que no se tenía noticia previa en el Pignatelli, fue rápidamente interpretado como un nuevo mensaje de distanciamiento de Sánchez hacia el presidente aragonés, al marcar en la figura de la nueva ministra una alternativa política al liderazgo de Lambán. Sánchez no solo le concedió ayer a Alegría un ministerio, sino que la ungió como sucesora de Lambán sin que este tuviera la oportunidad de pronunciarse.

Nadie en el PSOE duda de la fortaleza de Javier Lambán como cartel electoral, como tampoco nadie cuestiona la oportunidad y la buena noticia que implica contar con una ministra aragonesa, pero Sánchez no se ha resistido a dejar claro qué tipo de relación mantiene y quiere con su barón aragonés. Alegría no solo asumirá a partir de ahora un mayor liderazgo interno, sino que automáticamente ha pasado a convertirse en interlocutora principal de los asuntos aragoneses ante el Consejo de Ministros. Este nuevo Ejecutivo, que tras los cambios de ayer confirma una condición marcadamente orgánica orientada a las próximas citas electorales, coloca a Alegría en un nuevo plano de relación con Lambán. A partir de ahora, el PSOE del Pignatelli tendrá que hacer frente a una inesperada pinza construida desde Madrid que a un lado tendrá a Alegría y, al otro, a Teruel Existe. A la abierta distancia que Lambán mantiene con la formación de Tomás Guitarte, que choca con la intensa relación que el PSOE dispensa en Madrid a esta agrupación de electores, se añade una decisión orgánica que incorpora a Alegría como contrapeso. Todo un movimiento que refleja a las claras el juego político de Sánchez.

Aunque el recorrido orgánico que emprende Alegría le otorgará un intenso poder –la lógica la sitúa diseñando listas electorales o al frente de la futura candidatura al Congreso por Zaragoza– no se puede olvidar que la cartera de Educación no es un ministerio menor tras el que pueda esconderse. En España, la educación lleva años convertida en un arma arrojadiza sin que hasta la fecha se haya logrado alcanzar un mínimo consenso. Alegría, que será la responsable de la aplicación de la ley Celaá, deberá demostrar talante y diálogo, valores que también serán necesarios en la gestión de su partido.

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