Entre 1956 y 1970, España tuvo en torno a 600.000 nacimientos al año, un ‘boom’ demográfico que se trocó en un severo invierno. 

Los ‘baby boomers’ somos difícilmente encasillables. Algunos merendamos pan con vino y azúcar y otros ‘phoskitos’. Unos crecimos en los últimos lustros del franquismo; otros, no lo vivieron ni un día. Pero todos tenemos en común que nos afecta de lleno la crisis del sistema de pensiones. Ver la pirámide de población explica muy gráficamente por qué está en peligro. Hace mucho tiempo que se sabe, pero nadie le pone el cascabel al gato. El último acuerdo alcanzado entre el Gobierno, los sindicatos y la CEOE garantiza que las pensiones estarán vinculadas al IPC, una reclamación de los jubilados que ha sido atendida, además de desviar los llamados ‘gastos impropios’ de la Seguridad Social a los Presupuestos Generales. Pero el ministro Escrivá, en un arranque de sinceridad, aguó la fiesta al recordar que los próximos pensionistas deberemos trabajar más años o cobrar menos. Escrivá matizó sus palabras pero es verdad que las cuentas difícilmente cuadrarán si no se dan una serie de circunstancias. Que los jóvenes, principales víctimas del paro, se incorporen al trabajo; que se racionalice el gasto público; que la población se recupere, por la inmigración o por una necesaria e improbable recuperación de la natalidad, que haya más presión impositiva... Un panorama tan complicado que augura tensiones que harían necesario, en los ministerios económicos, una secretaría de estado del desmentido.