Debilidad del Estado

Sánchez recibe a Aragonès en la Moncloa
'Debilidad del Estado'
Juan Carlos Hidalgo/EFE/EP

Si algo ha quedado claro tras los sucesos relacionados con los indultos a los políticos secesionistas ha sido la debilidad del Estado. 

Algo que han reconocido todos menos el Gobierno de Sánchez. Los primeros, los líderes excarcelados, que han visto las medidas de gracia como un "triunfo" del independentismo. Para Oriol Junqueras se trata de una victoria del soberanismo porque se consigue "demostrar algunas de las debilidades de los aparatos del Estado".

Los órganos estatales han quedado en una situación de debilidad. El primero, el Gobierno de España, cuyo presidente tiene que recurrir a recetas de buena voluntad para justificar las medidas que se toman saltándose la justicia. Ha quedado debilitado el Parlamento, al que se le han dado pocas explicaciones y tarde. Sobre todo, se ha vapuleado al poder judicial, cuyas sentencias son valoradas por el Gobierno como una opinión más, lo que ha hecho que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, afirme que "la decisión del Gobierno es un reconocimiento de que las condenas fueron injustas".

La debilidad del Estado no es nada nuevo y, entre otras razones, es consecuencia de la debilidad parlamentaria en muchas legislaturas del PSOE o del PP. Los gobiernos del PSOE o del PP en minoría han sido extorsionados, o se han dejado extorsionar, por los nacionalistas, tanto catalanes como vascos, cuyos votos necesitaba el ganador de las elecciones para tener mayoría parlamentaria.

Esto ha supuesto una política autonómica injusta, que otorgaba a los gobiernos nacionalistas muchas concesiones, ya sea como transferencias o como inversiones del Gobierno central en los territorios. Así, hemos conseguido un Estado autonómico desigual, con comunidades de primera y de segunda, con el agravante de que las beneficiadas se han considerado mal tratadas por el resto. El presidente del PNV reclamaba estos días un nuevo estatus para el País Vasco y Cataluña: ambos pasarían a tener la consideración de nación y tendrían una relación bilateral, no con la Administración central del Estado como todas, sino con el conjunto de España, conjunto con el que no se sienten implicados.

Nuestro sistema electoral no permite fácilmente que salgan gobiernos fuertes, con mayoría parlamentaria. Precisamente por eso, los dos grandes partidos, PSOE y PP, deberían haber llegado a grandes acuerdos que dieran estabilidad. 

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