Plaga posmoderna

'Plaga posmoderna'
'Plaga posmoderna'
Pixabay

Una nueva plaga se cierne sobre este año calamitoso. 

Es la magicicada, especie de cigarra que emerge del subsuelo cada 17 años para aparearse, cuyos machos emiten un sonido estridente al percutir sus alas por imperativo biológico. Ya pueblan los territorios de la costa este de Estados Unidos, azotada, además, por una ola de calor sin precedentes. Parece que su manejo de los ciclos bajo tierra se debe a que están en constante comunicación con las raíces de los árboles, de las que se alimentan. Se trata de insectos inofensivos para personas y cultivos, según las autoridades, que pedían que no se emplearan insecticidas para detener la invasión. Al contrario, una recomendación fue ingerirlos, disfrutar sus nutrientes y propiedades culinarias siguiendo el ejemplo de aves o ardillas. A pesar de que su vuelta signifique el deleite de animales dispuestos a consumirlas, existen los suficientes millones como para que el objetivo de la procreación se cumpla.

Mientras esta especie se perpetúa, los humanos seguimos amenazados por nosotros mismos. Somos un linaje en extinción, nuestra propia plaga posmoderna. El filósofo Emir Sader dice que, si un mono acumulase más bananas de las que pudiera comer, dejando que el resto de la manada muriese de hambre, los científicos estudiarían el caso con extrañeza. Sin embargo, cuando las personas hacen eso, acaban ocupando portadas en célebres revistas. Aprendamos el idioma de las plantas y dejemos a las cigarras en paz, o, como buenos macacos, si es necesario, comámoslas.

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