Libertad y libertinajes
Libertad se está convirtiendo en la palabra de moda.
En Madrid se asocia a la rotunda victoria electoral de la popular Isabel Díaz Ayuso. En Barcelona, al torticero intento de los indultados del ‘procés’ de vender al mundo, con su ‘Freedom for Catalonia’, que les encarcelaron por sus ideas y no por los delitos de sedición y malversación que cometieron. En la salida de los seis reos de la prisión de Lledoners la libertad se tornó en libertinaje, con actitudes desafiantes y nulo arrepentimiento que dan la razón a quienes rechazan que sean merecedores de medidas de gracias del Gobierno.
Es la libertad un regalo preciado que, en ocasiones especiales, nos quema en las manos. Y el fuego es más voraz cuando se deja en manos de la responsabilidad individual la salud de todos. Se verá el sábado, cuando seremos libres de pasear con una mascarilla en una mano y, en la otra, el ‘prospecto’ de cuándo es obligatorio ponérsela. Porque en España somos así, nos gusta airear las buenas noticias con mucho tiempo, y dejar las restricciones y el debate con las autonomías para el último momento.
Libres son los ciudadanos de quitarse las mascarillas o de dejárselas puestas. Argumentos hay para todos los gustos, y tras 15 meses de pandemia ya sabemos a quién recurrir para decantarse por uno u otro. El destino, caprichoso, ha hecho coincidir el fin de las mascarillas con la salida de prisión de los indultados. Solo la responsabilidad individual mitigará los daños que, en ambos casos, el paso de la libertad al libertinaje suscitará.