Por
  • Jorge Sanz Barajas

Apagar la luz

Ahora hay que pensárselo dos veces antes de encender la luz. Mejor apagarla.
Ahora hay que pensárselo dos veces antes de encender la luz. Mejor apagarla.
Arek Socha / Pixabay

El Profe Perplejo se levanta a las cuatro para poner la lavadora, pone la olla a las seis y cena a medianoche. 

Desde el 1 de junio ya no usa el tostador (es una resistencia, oiga) y el café lo hace con agua fría. Ni hielo ni nada, que eso requiere congelador. Anoche arrojó al patio interior (tras asegurarse de que no había vecinos tomando la fresca) el aire acondicionado y el lavavajillas que compró en abril. Cayeron sobre la moto eléctrica de Julián, el carnicero, que subió al poco para agradecerle la faena: así podría cobrar el seguro. Marisa, la de los niños plastas del cuarto, tiene un coche eléctrico que ya no puede cargar porque hace turno de noche y le cuesta la torta un pan cargarlo a mediodía. Dice que lo cambia por una bici, pero el del tercero le ha ofrecido su eléctrica y le ha dicho que ahí se las den todas. Ese es el que ahora usa la thermomix como jarrón. A la portera le dijeron anteayer que se olvidara de pasar el aspirador por el patio a media mañana, si acaso el domingo, y que o mopa o nada, que vive por encima de sus posibilidades. Con lo del seguro, el carnicero dice que se va a poner paneles solares en el puesto, pero le han recordado lo del impuesto al sol del ministro Soria (al que nadie puso a la sombra). La del tercero vuelve de misa todavía con abrigo: el cabildo del Pilar protestó ayer porque las señoras se llevan los velones bajo el refajo. Los de la plantación de maría del quinto se han pasado al huerto urbano. Aquí no hay quien viva.

Jorge Sanz Barajas es profesor y escritor

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