Por
  • Alberto Jiménez Schuhmacher

Con cebolla

La tortilla de patata, un clásico en nuestras mesas
'Con cebolla'
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La tortilla de patata o se come con cebolla o no es tortilla de patata. 

Y no vale eso de que se llama tortilla de patata y que, si tuviera que llevar cebolla, se llamaría tortilla de patata y cebolla. No decimos que añadimos sal y usamos aceite de oliva y no se nos ocurriría no emplearlos para hacer este suculento emblema nacional.

El escritor Guillermo Sancho, querido amigo y compañero de pupitre, es un acérrimo “hater” de la Allium cepa y ha generado en redes sociales un debate que no tiene más sentido. Se autovictimiza aludiendo que las personas que quieren tortilla de patata sin cebolla están estigmatizadas. Fíjese que tiene que aclarar que la tortilla no lleve cebolla, ¡asumiendo por tanto que la original debe llevarla! Respetemos y amemos a las plantas amarilidáceas, máxime cuando aquí, en esta tierra, tenemos las mejores del mundo: las Cebollas de Fuentes de Ebro.

Además, la tortilla se toma poco cuajada. Las otras, esas con poco huevo, mucha patata y muy cuajadas las llamaría mi abuela “tortillas de orfanato”. Las cosas por su nombre y con todos sus ingredientes. Una tortilla de patata sin cebolla es como quitarle el nombre de Miguel de Cervantes al Premio de Literatura en Lengua Castellana, o quitar el nombre de Santiago Ramón y Cajal a un Premio Nacional de Biología. Lo que ha pasado con los Premios Nacionales de Investigación es un sin sentido que quita ingredientes a unos premios que honran a quien lo recibe y recuerdan a nuestros héroes, que tenemos pocos.

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