Por
  • José Badal Nicolás

Inconsistencias en torno al virus

Biden ha elevado la tensión con China
'Inconsistencias en torno al virus'
ROMAN PILIPEY

El dañino bicho ha venido a trastornar nuestras vidas y pautas de conducta. 

Y el hecho es que apenas lo conocemos, ni siquiera su origen, que todavía está por desvelar y es tema de vivo debate. ¿Se trata de un virus sobrevenido por puro azar, o escapado de la caja de Pandora a consecuencia de una deficiente o intencionada praxis urdida en un sospechoso laboratorio dedicado a la manipulación secreta de ADN? No se sabe, o no interesa decirlo. La visita de los comisionados de la OMS a su supuesto lugar de aparición (que más que una estancia de investigación se asemejó a una gira turística a gastos pagados) nunca ha arrojado luz sobre este punto. ¿De verdad iban a descubrir algo y a ofrecer una explicación al mundo?

Las declaraciones de locuaces y hueros políticos y presuntos expertos son a menudo inconsistentes porque apenas si resisten una lectura crítica desde el punto de vista del rigor científico; lejos de aclarar un asunto discutible, hacen gala de artificio, alimentan las dudas y acaban por enturbiar un panorama ya sobradamente polémico. El muestrario de incoherencias que no entran en la enjundia de las cosas y que a veces mudan en sandeces es ciertamente vasto y rico en jugosos ejemplos.

Llevamos más de un año asistiendo como convidados de piedra a la ceremonia de la confusión orquestada por algunos políticos y expertos para la ocasión, que han encontrado en los medios de comunicación la caja de resonancia para propalar medias verdades, asertos infundados, resultados nada concluyentes e incluso palmarios desatinos a cuento del maldito virus. Lo cierto es que ni unos son buenos servidores públicos, por evidente carencia de idoneidad y destreza, ni otros son verdaderos expertos, por falta de preparación y experiencia demostrables, al menos tal y como estos conceptos se entienden y validan en el ámbito científico. Lo habitual es que provoquen la inquietud más que el sosiego, el desconcierto más que la certidumbre, la desinformación más que el conocimiento válido. No basta con ocupar un cargo relevante de designación ‘digital’ o estar ungido con el óleo sagrado que confiere la dignidad de especialista para convertirse automáticamente en hábil gestor o comunicador.

Pontificar, como hacen políticos y supuestos expertos, sobre temas solo
parcialmente investigados puede resultar aventurado y carece de rigor científico

Hemos soportado desde simplezas tales como "esto es poco más que una gripe", "esto no debe inquietarnos demasiado, pues a buen seguro pasará pronto", etc., hasta desembocar en el presente galimatías de vacunas conseguidas con premura, sin apenas tiempo de pausada experimentación y prueba para su plena validación y examen de compatibilidad, azuzados por la rápida extensión de la pandemia. Cabe el consuelo de que es mejor disponer de un instrumento útil para mitigar el problema sanitario, que esperar a los resultados de una larga y minuciosa investigación que retrasaría de manera temeraria la pugna por el control del mal.

Ahora dos problemas acaparan la atención y condicionan la toma de decisiones, ambos derivados de la urgencia con la que se ha actuado para conseguir un remedio en forma de vacuna parcialmente eficaz, aunque capaz de desencadenar una pronta respuesta inmunitaria; a saber: la conveniencia de administrar de manera combinada dosis de distintas vacunas y la bondad de inocular una tercera dosis (o más) de una misma vacuna. Algunos investigadores, no sé si motivados por un encomiable afán de conocimiento o estimulados por intereses empresariales, ya se han pronunciado apresuradamente sobre estas cuestiones esgrimiendo, sin el menor rubor, estudios que no pasarían el más ligero examen por parte de matemáticos o científicos duchos en la interpretación de datos estadísticos. Suelen defender la solidez de sus conclusiones por su publicación en revistas a priori de prestigio; pero a tenor de los numerosos artículos de dudoso crédito observados y los lamentables ejemplos de tergiversación, no deja de ser lícito sospechar de la calidad de tales trabajos.

Políticos, expertos y portavoces de diferentes colectivos médicos también se han animado a dar su particular opinión impelidos por las prisas en decir lo que sea y cuanto antes. Puede que sea conveniente la administración combinada de vacunas y de nuevas dosis tras un lapso de tiempo. Aun así, callar lo que no se sabe y decir solo lo que proceda debe ser un ejercicio constante de mesura y prudencia. Pontificar sobre temas parcialmente investigados puede resultar precipitado, si no aventurado, y en puridad adolece de rigor científico.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión