Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Agujeros en la piel de toro

Opinión
'Agujeros en la piel de toro'
POL

Durante la Segunda Guerra Mundial, los militares estadounidenses estudiaban los agujeros de bala en los aviones que eran alcanzados por fuego nazi. 

El objetivo era mejorar la resistencia de sus aeroplanos reforzando las áreas que recibían más impactos. Hicieron un promedio estadístico señalando con puntos rojos en el plano de un avión los lugares donde había más balazos de la artillería enemiga. Sin embargo, el matemático Abraham Wald, un emigrante de origen húngaro, les demostró que debían interpretar el gráfico justo al revés de cómo lo habían hecho: los puntos rojos representaban sólo el daño a los aviones que eran capaces de volver a casa. Se habían olvidado de los derribados. Según el estadístico, debían reforzar las áreas donde no había puntos, porque las zonas del fuselaje con agujeros eran esas en las que los aeroplanos podían permitirse recibir impactos y aun así regresar a la base, mientras que los espacios que no estaban señalados con puntos rojos en el gráfico eran precisamente las zonas críticas, las que debían ser reforzadas. Los militares no estaban teniendo en cuenta los impactos más letales sino solo los que tenían ante sus ojos. Este fenómeno se denomina ‘sesgo de supervivencia’. Se basa en que la generalización a partir de observaciones sesgadas distorsiona la percepción de la realidad.

¿También la sociedad española está sufriendo el ‘sesgo de supervivencia’? ¿La polarización y el tacticismo partidista nos están despistando? ¿Estamos definiendo bien nuestras debilidades y, en consecuencia, los objetivos a medio plazo?

Para responder a estos interrogantes es útil recurrir al ‘pragmatismo’, una corriente filosófico-política que se impuso en el siglo XX en democracias maduras como la de Estados Unidos y que ahora se puede rastrear en el reformismo del presidente Biden. Sobre la base de un ‘capitalismo de bienestar con rostro humano’, sus defensores proponen alejarse de la utopía y asumir la realidad: no hay libertad sin compromiso cívico, no hay seguridad y orden sin represión, y no hay enriquecimiento sin marginados. Lo abanderan filósofos norteamericanos como Richard Rorty, pero también ha influido en figuras europeas como Habermas.

Una gran crisis puede servir a una sociedad como pasarela para cruzar
de una etapa a otra de su historia

Los ideólogos del pragmatismo propugnan un capitalismo no especulativo para asegurar la oferta de bienes y servicios, y para financiar, a través de los impuestos, el Estado del bienestar y las políticas que limitan la desigualdad entre los ciudadanos. Su aplicación práctica se basa en que un partido de gobierno, aunque defenderá unos valores, lo que realmente persigue es el establecimiento de unas políticas u otras en función de su utilidad y no tanto de su significado teórico.

En el caso español, la salida de la crisis de la covid y la llegada de abundante financiación desde la UE ofrecen la oportunidad de modernizar el modelo económico y actualizar el proyecto compartido de país. Para ello es necesario analizar qué ‘agujeros’ presenta hoy la piel de toto y decidir qué hay que reforzar y qué es menos relevante. Y hay que hacerlo sin caer en el ‘sesgo de supervivencia’, sin que el árbol nos impida ver el bosque.

Es preciso saber verlo. La covid y los fondos UE nos dan ahora la oportunidad de actualizar el proyecto compartido de país

España debe forjar un pacto global de Estado semejante a los ‘Pactos de la Moncloa’ (1977), que fueron un contrato social equivalente al que las naciones occidentales construyeron tras la Segunda Guerra Mundial. Las izquierdas se comprometieron a apoyar el sistema de economía de mercado y libre empresa; a cambio, los conservadores respaldaron un nuevo Estado social para repartir mejor la prosperidad mediante programas de gasto social e impuestos progresivos.

El nuevo pacto de Estado debe reforzar el contrato social recogido en la Constitución de 1978, afianzar la prosperidad inclusiva, poner a punto el país para las próximas décadas y recuperar el espíritu del consenso, además de neutralizar los desafíos independentistas y extremistas (de izquierda y de derecha). Corresponde encabezar este pacto a las dos grandes fuerzas políticas, PSOE y PP, y siempre con ánimo de sumar a otros partidos. Este es el gran desafío y la gran oportunidad que hoy tiene España.

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