Educación ambiental y esperanza

Opinión
'Educación ambiental y educación'
Krisis'21

Cada 5 de junio se lanza la mirada hacia el medioambiente en todo el mundo. 

Este año la fecha cae en sábado. Es posible que pase desapercibida, como sucede cada 26 de enero, día en el que se postula que la educación ambiental es nuestra esperanza para entender buena parte de las emergencias socioambientales a las que debemos hacer frente hoy mismo y pasado mañana.

La conceptuación del ‘medioambiente’, escrito junto porque tiene una dimensión unitaria y así lo recomienda la Fundéu, ha variado mucho a lo largo de las últimas décadas. Hoy sabemos que es algo complejo que se modifica a sí mismo en una entropía permanente. En este contexto surgen episodios más o menos críticos para las personas, fruto de la interacción mundial con la sociedad y la economía que la sustenta. Ahora advertimos que no permanece al servicio de las personas, axioma que debería estar presente en cualquier actuación, sea particular o colectiva. Reducir una parte de nuestros impactos es una urgente necesidad que favorece a la sociedad principalmente, ahora y en el futuro.

Reducir una parte de los impactos humanos en el medioambiente es una urgente
necesidad y requiere una decidida apuesta educativa

Hasta hace poco se identificaba solamente con la naturaleza; muchas actuaciones se han sustentado en ese concepto, y ahí siguen. Es momento de cambiar nuestra percepción ambiental. Durante demasiado tiempo se asimilaba a una postal estática, bella o fea. Pero es más bien una película con guion cambiante que muestra escenas y oculta otras, cerca o lejos, que llegarán antes, durante o después; en donde las personas y sus acciones tienen una influencia clave para condicionar el final compartido. Ahora mismo se encuentra sometido a graves presiones climáticas y sociales que configuran lo que alguien ya titula como una nueva era: el ‘Antropoceno’. Por si fuera poco, los diferentes espectadores del filme o personajes de la obra interpretamos de forma diversa lo que sentimos o la trama de lo que sucede. Sin duda, hemos de anticiparnos a desenlaces abruptos. Los estragos del cambio climático podrían servirnos de ejemplo.

Parece oportuno sugerir que esa diferente aproximación al medioambiente se podría incentivar con una educación ambiental (EA) multiforme, proactiva y comprometida. Dirigida a entender el estado actual, prever algunas causas de su evolución y gestionar mejor el alcance de sus consecuencias. Todos hemos de educarnos con urgencia en esa capacidad. Ahora se habla mucho de la educación ambiental para la sostenibilidad (en adelante EAS); incluso se está elaborando un plan nacional con esa intención, cuyo borrador está abierto a participación pública antes de ser aprobado por el Consejo de Ministros. Bien vendrá, porque el medioambiente es el escenario en donde las incertidumbres asomarán una y otra vez, las que tengan su origen aquí o vengan de lejos. Ante esa nueva estampa únicamente cabe una decidida apuesta educativa, no solo en la enseñanza obligatoria sino también en la cogeneración de ciudadanía con el distintivo de ecoética, en el sentido siquiera pragmático de la interacción permanente que caracteriza un medioambiente ecosocial. En ese contexto, la esperanza transformadora debe iluminar el escenario de lo posible.

La educación ambiental no
debe quedarse en ‘ecogestos’, tiene que aunar la capacidad crítica con el compromiso

La EAS se mostrará heterogénea porque los actores son diversos. No podría ser de otra manera pues educar sobre el medioambiente requiere combinar afectos y emociones con realidades e incertezas, en el día a día personal y en la lectura del escenario global. Por eso habrá que tener cuidado para que no se quede en ecogestos, de los cuales se abusa a menudo y además generan una autosatisfacción desmesurada. En esta educación cuenta mucho el fomento de la capacidad crítica y el activo compromiso hacia la convicción ambiental. Han de ser utilizados para analizar si la acción gubernativa, empresarial y ciudadana están demasiado escoradas hacia el crecimiento económico sin límites, que tanto daño ha hecho al medioambiente.

Educar para la acción es siempre un proceso inacabado. Este argumento se nos olvida demasiadas veces, máxime en nuestra cultura tan supeditada a objetivos cuantificables. No puede tener una mera cantidad de intenciones o logros; cuentan mucho los matices. Tan grande es que ahora se le pide dar valor a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030. Los gobiernos y agentes sociales tienen la responsabilidad pero también es tarea nuestra.

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