Por
  • Ana María García Terrel

Santa Engracia y su huerta

Estreno de la plaza de Santa Engracia reformada.
'Santa Engracia y su huerta'
José Miguel Marco

Las Cortes de Monzón de 1470 otorgan a Juan II de Aragón un censo perpetuo sobre las escribanías del zalmedinado de Zaragoza y el rey decide con esta renta erigir un monasterio en honor de Santa Engracia, a la que atribuye la curación de sus ojos, y confiarlo a los frailes jerónimos. 

Posteriormente el Rey Católico siguió otorgándoles numerosas mercedes, pero el bien que ahora nos ocupa es el llamado por los archivos "vinero de Santa Engracia" que formó "una vistosa huerta de doze caices y medio de terreno muy fértil con muchos olivos y tierras que estaban en el contorno de la casa, al mediodía, por donde passa un rio muy grande que se llama Guerba". Son palabras del P. Sigüenza.

Efectivamente la huerta bordeó el perímetro del monasterio siguiendo el curso del Huerva por lo que hoy son paseos de la Constitución y de la Mina, hasta llegar a San Miguel. Una extensión considerable que trabajaban numerosos siervos del convento y que dirigía un torrero asalariado como ocurría con todas la torres que rodeaban Zaragoza. Esta explotación continuó sin grandes variaciones durante los siglos XVI, XVIII y XVIII, hasta que el XIX trajo un gran cambio histórico que se plasmó en la desamortización.

La inauguración hace unos días de la reforma de la plaza de Santa Engracia nos
recuerda la importancia que el monasterio dedicado a esta mártir hispanorromana y su amplia huerta han tenido en la historia de Zaragoza y en su desarrollo urbanístico

En 1834 se dio un decreto suprimiendo monasterios, especialmente los destruidos. Expulsados los jerónimos en 1836 se derriban los últimos vestigios del claustro grande y parte de lo que había sido convento se convirtió en el Cuartel de Santa Engracia. Los terrenos de la Huerta fueron comprados por Lucas Beguería, que se hizo dueño también de bienes procedentes de otros conventos, del Hospital de Nuestra Señora de Gracia y de diversas obras pías en diferentes puntos de la ciudad. Sabemos que en este momento la Huerta tenía acceso por un callizo de 684 metros de largo en lo que hoy es el inicio de Costa y en el que existían algunas pequeñas viviendas para los obreros. Contaba con un olivar de 400 olivos y con unos 40 frutales que rodeaban la casa del torrero. Conocemos el apellido de este, Oñate, y que llevaba varios años en la torre por la que pagaba 180 pesetas en concepto de arriendo, más 1500 por la huerta. Con el tiempo esta familia adquirió gran relevancia y en 1892 Andrés Oñate figuró como regidor de la ciudad.

Durante este fin de siglo la Huerta se ve amenazada por proyectos de obras cuyo fin era prolongar la recién creada calle Blancas. Este temor persiguió a los dueños hasta el día de su venta. Ocupa un puesto muy destacado en los archivos engracianos el testamento de doña Antonia Beguería Esnárcega, viuda de Martinez Baños, otorgado en 1839. Tal señora era nieta de don Lucas e hija de Antonio, rico comerciante de granos. Cuando Antonia murió en 1894, en su casa de la calle Santa Engracia, mandó vender sus bienes en pública subasta, entre ellos la famosa Huerta. Se sucedieron varios intentos para venderla hasta que el 30 de noviembre de 1895 el Ayuntamiento acordó adquirir dicha finca por 170.000 pesetas al contado. La propiedad comprendía 63.000 metros cuadrados.

Sobre ella se trazaría el sector que hoy ocupan la plaza de los Sitios y calles adyacentes. Sin embargo, por motivos económicos, el plan aprobado en 1890 no llegó a realizarse entonces. Según indica el estudioso García Lasaosa el hecho de que el Ministerio de la Guerra se resistiese a ceder el cuartel dificultaba tanto el asunto que diez años después de comprada aún se explotaba esta propiedad municipal "mediante siembra de patatas, maíz y otras especies". Habrían de pasar aún unos años hasta que se hiciese realidad la llamada ‘Ordenación urbanística de la Huerta de Santa Engracia’, realizada en 1900 por el arquitecto Ricardo Magdalena.

En una conferencia pronunciada a finales de 1898 por Cantín y Gamboa en el Ateneo de Zaragoza definía el futuro del sector diciendo que: 1º habría de darse continuación a las calles de San Miguel, Zurita y Sanclemente; 2º habría de adquirirse el convento de Jerusalén y 3º era necesario permutar el Cuartel de Santa Engracia, señalando los solares de la Huerta y cuidando que no se perdiera su carácter rústico. Estos proyectos tardarían todavía algunos años. La compra del Cuartel de Santa Engracia no se hizo realidad hasta el 29 de enero de 1908.    

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