Por
  • Francisco Palacios

Ilegalidad internacional

Cientos de migrantes se dirigen a Ceuta desde Marruecos
'Ilegalidad internacional'
Mohamed Siali

Israel mata a centenares de palestinos con alevosas acciones aéreas de terror. Marruecos siembra el caos organizando una algarada en Ceuta con miles de sus miserables súbditos, mientras tortura y margina a sus colonizados saharauis. 

Nada nuevo, la misma película de hace décadas ante el silencio cómplice de ese ‘Occidente euro-usa’ que dice basar su cultura en el Estado de derecho. Pues no, tanto Estados Unidos como la Unión Europea vulneran su propia legalidad convenida al impedir que el Derecho Internacional solucione dos situaciones crónicas de hace 74 años (Plan de Naciones Unidas para Palestina, 1947) y 61 años (Resolución de Naciones Unidas para la descolonización, incluyendo el Sahara, 1960). Son centenares de resoluciones reconociendo el derecho de la nación saharaui y palestina a crear su propio Estado. Resoluciones sumadas a los compromisos asumidos por Israel (Acuerdos de Oslo, 1993) o Marruecos (Plan Baker, 2003), que incumplirían impunemente mientras continuaban sometiendo a dos poblaciones, supervivientes en apartheids tolerados por el Occidente biempensante. Marruecos e Israel son actores de dos ‘okupaciones colectivas’ en las que no queda por violar ningún artículo del corpus internacional de derechos humanos.

A fecha de siglo XXI los derechos humanos son subsidiarios. Mandan la geoeconomía y la geopolítica bajo la imperial dialéctica euro-usa de amigo-enemigo: los países vulneradores de derechos humanos serán solamente sus adversarios geopolíticos y, sin embargo, nunca sus países cooperadores geopolíticos que nunca serán sancionados por las mayores atrocidades. Más bien al contrario, Israel y Marruecos son socios preferenciales de la UE. Sí, ¡socios preferenciales!, en uno de los malabarismos morales de ésta UE. Los dos regímenes tienen acuerdos preferenciales económicos y culturales. Son centenares los convenios ‘ad favorem’, incluida la venta de armamento, que luego mata. Lo mismo da que Israel ocupe el top negativo de casi todas las organizaciones de derechos humanos, y que sea uno de los saboteadores de la Corte Penal Internacional; o que Marruecos, además de destacar en violaciones de derechos, sea uno de los países más desiguales, ocupando un ranking de desarrollo humano (IDH) descendente respecto a treinta años atrás, con décadas de malversación de centenares de millones de euros pagados por los contribuyentes europeos (Tribunal de Cuentas de la Unión Europea, 2019).

Tanto Estados Unidos como la Unión Europea vulneran su propia legalidad
convenida al impedir que el derecho internacional solucione dos situaciones
cronificadas desde hace más de medio siglo: Palestina y el Sahara

Acuerdos preferenciales que sella la UE a pesar de las imposiciones de Israel respecto a los territorios palestinos, o de los chantajes de la satrapía marroquí respecto a la organización de algaradas migrantes y un hipotético terrorismo yihadista. La miseria moral de estos dos Estados se refleja hoy en la negativa del premier de Israel de dejar de matar más población civil, y en la represalia del sátrapa marroquí por prestar asistencia médica al presidente de un pueblo hermano tan noble y sufrido como el saharaui.

Algunos escribanos cortesanos de los ‘Estados-okupa’ aún son capaces de argumentar que la población saharaui o palestina tira piedras o fabrica cohetes artesanales, cuando, sin embargo, no hay más que mirar la proporción histórica de muertos del ocupado palestino (20 a 1), o del ocupado saharaui, con aún centenares de desaparecidos desde la invasión del Sahara; amén de una estadística de víctimas indirectas en medio de bloqueos estructurales que evitan la llegada de las medicinas y alimentos más básicos. Hablar de la violencia provocada palestina o saharaui es como si a algún historiador-tertuliano se le ocurriera criminalizar a Agustina de Aragón por disparar un cañón al invasor francés, o al general Palafox por sablear la cabeza de un saqueador napoleónico. Los hay, y muchos.

Poblaciones bajo ocupación colectiva, encarcelamientos masivos, vulneración permanente del derecho a la vida. Enfrente, la paradoja civilizatoria de una podrida legalidad internacional que articula miles de buenas palabras para sus derechos históricos. ¿Algún ciudadano de esta sesteada Europa lo toleraría para él y su gente? Resulta insultante seguir premiando a los Estados forajidos, salvo que persistamos en ser aún menos soberanos dentro del pandemónium unión- europeísta.

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